viernes, 10 de noviembre de 2017

Servicio Bíblico Latinoamericano Semana del 23 al 29 de Julio del 2017 – Ciclo A

Servicio Bíblico Latinoamericano
Semana del 23 al 29 de Julio del 2017 – Ciclo A





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Domingo 23 de julio de 2017
16º Ordinario
Brígida, fundadora (1373)

Sab 12,13.16-19: En el pecado, das lugar al arrepentimiento
Salmo 85: Tú, Señor, eres bueno y clemente
Rom 8,26-27: El Espíritu intercede por nosotros
Mt 13,24-43: Déjenlos crecer juntos hasta la siega



Solemos dividir y “organizar” la sociedad con criterios que consideramos muchas veces correctos: buenos y malos deben estar separados y colocados en los extremos opuestos. Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos grupos religiosos (fariseos y esenios), así como por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y zelotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban como ellos.
Jesús llama a la apertura de mente y de corazón para acoger con esperanza (no pasivamente, con indiferencia) a quienes nos parecen como diferentes (que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos apertura para acoger con un actitud de pluralismo asimilado la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra humanidad.
La parábola de la cizaña no ignora la presencia del mal en la historia; la reconoce Jesús en el enemigo que siembra la cizaña en el campo. Quiere llamarnos la atención de que no hay que confundir la semilla buena con la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables. Sólo a Dios le corresponde juzgar, con su inmensa justicia y misericordia, a cada ser humano, como sólo Él lo sabe hacer.
Muchas veces, por creernos con el poder y la autoridad, nos atribuimos en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una sociedad dividida en el poder, olvidando que somos hermanos que compartimos una misma humanidad.
La Utopía del Reino exige para el seguidor de Jesús una acción transformadora de la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance, sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva humanidad.
No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar, su Utopía (el Reino), es una Buena Noticia para los pobres, en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.

Dicho esto, abordemos un segundo nivel, más crítico, en este comentario.
Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad para dejarla en las manos de Dios: él sería quien a fin de cuentas, al final de la historia, incluso más allá de la historia, deberá poner las cosas y las personas en su lugar... Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?
Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar presentes, como que se esfuman, ya no se comentan, incluso se evitan positivamente... Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la presencia de lo sagrado, la «eternidad», la vida del más allá, con sus premios y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar el más allá de la muerte como un lugar de los premios y castigos de Dios, como una separación post mortem del trigo y de la cizaña.
No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en profundidad; sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo algunas afirmaciones-propuestas.
Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando de más allá de la muerte con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, radical incluso, y en todo caso no permite ya aquellas afirmaciones clásicas que los ho mayores escuchamos cuando éramos niños, con su escandalosa simplicidad.
Buena parte de las descripciones de «los premios y castigos eternos» hoy aparecen como «antropomorfismos» insostenibles, respecto a los que no sólo merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos explícitamente como tales, liberando de ese modo a la fe de la gente de la obligación de compartir semejantes creencias mitológicas.
Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si fuera un artículo de fe obvio, indiscutible, y además central. Y en efecto, normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente trasladó a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió una lectura histórico-escatológica de la realidad («caminamos hacia el Reino, que no es otro mundo, sino este mismo pero totalmente otro») y la perspectiva de la opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos universales», Mt 25,31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin llegar siquiera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida», de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978, muchas veces reimpreso, y libremente disponible en la red).
Hoy, un nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma de la religión», nos exige dejar de vivir de rentas, dejar de repetir incuestionadamente lo de siempre, y plantearnos de nuevo las preguntas más radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido realmente «revelada»? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?
Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle que prefieran seguir viviendo en una edición reeditada de la «fe del carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe, para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser muy respetuosos en su lenguaje y no seguir viviendo de las rentas de afirmaciones que hoy son de hecho tan incuestionadas como increíbles, tan insostenibles como irresponsables.
El tema sólo lo hemos iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración y su fe.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 43 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El trigo y la mala hierba». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://radialistas.net/article/43-el-trigo-y-la-mala-hierba/ Puede ser escuchado aquí:
En la serie «Otro Dios es posible» la entrevista 44, «¿Hay infierno?» [http://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=140044] y la 47, «¿Existe el purgatorio?» [http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=140047], pueden dar materia para un debate sobre el tema. 

Para la revisión de vida

          El Reino de Dios se nos presenta en el evangelio como una comunidad de trigo y de cizaña, de justos y pecadores; o mejor aún: como una comunidad de personas a la vez justas y pecadoras. ¿Admito que yo pertenezco a la humanidad, y a la Iglesia, con mis obras buenas y malas, con mis pecados y virtudes? ¿Sé tener paciencia conmigo mismo y con los demás, como el amo del campo de la parábola?

Para la reunión de grupo

-               Caer en la cuenta de que la fe en la resurrección y en la vida eterna no es un dato supuesto y evidente en la sociedad actual. Buscar en internet (y otros medios) datos sobre esta fe, estadísticas de encuestas. ¿Qué cree la gente «normal»? Traer al grupo esta información y comentar entre todos. [Cf los datos que se aportan en uno de los ítems «para la reunión de grupo» del domingo próximo, aquí en este mismo Servicio Bíblico Latinoamericano»].
-              ¿Qué dice la ciencia actual respecto al más allá de la muerte? ¿Existe alguna compatibilidad, intercomunicación, entre la creencia clásica cristiana en el más allá y la ciencia actual?
-              ¿Qué dicen las ciencias de las religiones sobre la creencia en la inmortalidad o la fe en la vida eterna? ¿Cómo se formó esa creencia? ¿Qué peso de validez objetiva tiene? ¿Es una proyección de nuestros deseos o es un dato de la realidad con el que debemos contar?
-              La fe en el cielo y en el infierno –dejemos por un momento a un lado el purgatorio, y no mentemos siquiera el limbo-, ¿forman parte de la fe cristiana esencial? ¿Se puede ser cristiano sin creer en ellos?

Para la oración de los fieles

-               Por todo el Pueblo de Dios, para que sea testigo vivo y eficaz de la presencia de Dios en medio del mundo. Roguemos al Señor.
-              Por todas las personas de buena voluntad que, desde cualquier credo o ideología, trabajan por el progreso del mundo, para que el Padre aliente y sostenga sus esfuerzos. Roguemos...
-              Por los evangelizadores, que quieren ser levadura en medio del mundo, para que aumenten en cantidad y en calidad. Roguemos...
-              Por todos los que tienen poder y autoridad de cualquier tipo, para que los utilicen en bien de sus subordinados y no en provecho propio. Roguemos...
-              Por las Iglesias perseguidas por su fidelidad al Evangelio, para que encuentren pronto situaciones de libertad y respeto. Roguemos...
-              Por todos y cada uno de nosotros, para que seamos se embajadores de buena semilla y tolerantes con todos. Roguemos...

Oración comunitaria

          Dios, Padre nuestro, que vienes hasta nosotros en Jesús de Nazaret, en su palabra y en sus obras; queremos darte las gracias por esa presencia tuya en medio de nosotros; que ella nos ayude a profundizar en nuestra vida cristiana para que tengamos una fe cabal que nos haga vivir conforme a lo que creemos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén
          o bien:
          Oh Dios, misterio insondable en el que los humanos, desde sus orígenes biológicos ancestrales, han proyectado la necesidad que siempre han sentido de que la justicia/injusticia terrena sea completada y confirmada más allá de su muerte. Ayúdanos a comprender qué es lo que esta «exigencia absoluta de justicia» significa, y qué de la Realidad (tuya y nuestra y del cosmos) respalda la veracidad de nuestros sentimientos y pretensiones. En todo caso, aceptamos vivir y ser en y ante el misterio que eres y que somos. Nosotros te lo expresamos recorriendo el camino que nos ayuda a abrir Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, en comunión con todos los hombres y mujeres buscadores de tu rostro milenios adentro en la Historia. Amén.



Lunes 24 de julio de 2017
Charbel Majluf (1898), Cristina, mártir (300)

Éx 14,5-18: Sabrán que yo soy el Señor, cuando me cubra de gloria
Interleccional: Éx 15: Cantemos al Señor: sublime es su victoria
Mt 12,38-42: Aquí hay uno más que Salomón



Los letrados y fariseos buscan un signo del cielo en las prácticas de Jesús, no les interesa los signos que hace. Su religiosidad es mágica, quieren signos para creer. Esa fe no cambia la vida ni la historia de los pobres. Su religión está desencarnada sin compromiso con la justicia. Jesús es la señal terrena de Dios. Él es el sacramento del encuentro con Dios. Dios se hizo historia humana en Jesús. No necesitamos signos del cielo. Él es el signo humano liberador de oprimidos, profeta de gestos sanadores, Su señal más grande es dar la vida. Quedar escondido en el seno de la tierra tres días y tres noches como Jonás en el vientre del cetáceo para triunfar glorioso. Hoy seguimos buscando señales del cielo, cosas maravillosas para creer. Y así no multiplicamos señales de la tierra, signos del reino, curando heridas, organizando a los oprimidos, consolando a los desgraciados como hacía Jesús. Y así la religión queda escondida en el ámbito secreto sin salir a la calle, sin consuelo a los sufrientes.



Martes 25 de julio de 2017
Santiago el Mayor, apóstol (s. I)


Hch 4,33; 5,12.27-33; 12,2: El rey Herodes hizo decapitar a Santiago
Salmo 66: ¡Oh Dios!, que todos los pueblos te alaben
Mt 20,20-28: Mi cáliz lo beberán



Siempre resulta reconfortante para la Iglesia hacer memoria de los apóstoles sobre todo en este tiempo, urgidos como estamos de volver a los orígenes de la fe cristiana. Es normal que durante tantos siglos nos contaminemos copiando de los poderes de este mundo. Por eso la memoria viva de los apóstoles de Jesús, aquellos que vivieron la experiencia única de compartir con el Jesús de Galilea, el Jesús de la pasión y el Resucitado nos estimula a vivir hoy la profecía y la valentía en el anuncio del evangelio. Lo bello de los textos bíblicos de esta fiesta es que hacen una combinación en el proceso vocacional de la llamada de los discípulos. Desde el despiste con respecto a Jesús que todavía, camino a Jerusalén, lo consideran un Mesías de poder político y ambicionan puestos de prestigio en esa supuesta derrota de los enemigos, y su transformación a raíz de la experiencia de la Resurrección que los convierte en anunciadores valientes ante los poderes de este mundo. 


Miércoles 26 de julio de 2017
Joaquín y Ana (s. I)


Éx 16,1-5.9-15: Yo haré llover pan del cielo
Salmo 77: El Señor les dio pan del cielo
Mt 13,1-9: Cayó en tierra buena y dio grano



La buena noticia de Jesús es una oferta revolucionaria, para este modelo de mundo viejo y a veces corrompido. El mensaje y la vida de Jesús son una novedad tan grande que no siempre encuentra los terrenos preparados para recibir esa semilla de tal calidad. La religión y la vida entera están falseadas cuando nos contentamos con ritos, con prácticas de culto, y leyes separadas de la vida. El evangelio es una semilla nueva, limpia, transformadora, radical. Es nada menos que el sueño, el proyecto de mundo que Dios quiere. Los terrenos de la vida se han contaminado con los ídolos que nos atraen y seducen como son hoy el individualismo, el consumo inmoral de objetos que no aguanta el planeta, la prepotencia que humilla a los indefensos. Pero al mismo tiempo vemos a un Dios sembrador convencido, casi derrochador de semillas, que no se cansa de sembrar, que siembra hasta en terrenos pedregosos. Seamos semillas limpias y sembradores de la alegría del evangelio con nuestro testimonio.



Jueves 27 de julio de 2017
Pantaleón, mártir (303)


Éx 19,1-2.9-11.16-20b: El Señor bajará al Sinaí
Interleccional: Dn 3: Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres
Mt 13,10-17: Dichosos sus ojos, porque ven esto



El reino de Dios circula en la historia como un secreto, como un tesoro escondido. Para encontrarlo hay que ponerse en camino con Jesús, como discípulos entrenados en esta nueva asignatura: la asignatura del reino. Solamente siendo discípulos vamos a entender la propuesta del reino. Nosotros como iglesia podemos estar hablando todo el tiempo del reino, pero sin entender, sin habernos convertido al mismo. Jesús utiliza el lenguaje de las parábolas para poner a la gente en situación de búsqueda de este secreto escondido en los acontecimientos del mundo. La parábola logra lo que no consigue otro modo de hablar: poner a la gente en situación de aceptación o de rechazo del reino, sin dejar a nadie indiferente. Hay que optar. Si no entramos en la condición de discípulos de esta asignatura y de este maestro que es Jesús, puede suceder que cada vez estemos más alejados de esta propuesta de Dios.



Viernes 28 de julio de 2017
28 de julio de 2017


Éx 20,1-17: La ley se dio por medio de Moisés
Salmo 18: Señor, tu tienes palabras de vida eterna
Mt 13,18-23: Quien entiende la palabra dará fruto



Las La palabra del reino está siendo sembrada en todos los campos de la vida y de la historia. No hay lugar, no hay terreno humano donde no se esté sembrando la palabra del reino. Si el reino es el secreto oculto en la historia pero activo y en movimiento, no hay situación humana ausente de esta siembra de la palabra. Dios es palabra sembrada en la historia desde la creación del mundo porque el mismo mundo fue creado por la palabra. Hay palabra de Dios hasta en las rocas. El problema es cómo están preparados los terrenos para acogerla. Jesús pone varias experiencias de terrenos  no preparados. Hoy podríamos alargar esa lista de terrenos no aptos para acoger palabras del reino. Vivimos en un mundo inundado de palabras, imágenes, consejos comerciales, noticias de deportes, noticias de gente famosa, pero ¿dónde y cómo escuchar la palabra del reino? Como Iglesia anunciamos de verdad palabras del reino?




Sábado 29 de julio de 2017
Marta (s. I)


1Jn 4,7-16: Si nos amamos, Dios permanece en nosotros
Salmo 33: Gusten y vean qué bueno es el Señor
Jn 11,19-27: Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios



Unas líneas después de esta lectura se encuentra el versículo más corto de la Biblia. Está en Juan 11,35, y dice simplemente, “Jesús lloró”. Cuando alguien llora tenemos que dejarle tiempo para que llore. El llorar puede decir mucho, pero no es un lenguaje, y no requiere una respuesta o una explicación. En dos ocasiones en los Evangelios Jesús le dijo a la gente que no lloren (Lc 7,13; 8,52). En ambas ocasiones se trataba de error de hecho: las personas por quienes lloraban no estaban muertas. Pero en el pasaje de hoy no quedan dudas que Lázaro estaba muerto. Por eso Jesús lloró; no lo tomó a la ligera. A veces nos lo presentamos como si fuera un mago que “se levantó al tercer día”. Si tomamos la muerte a la ligera, tomamos también a la ligera la resurrección. Tampoco podemos tomar a la ligera a Marta. No está de segundona a su hermana María (especialmente en este passaje). Igual que con Pedro, la suya es la más explícita confesión de Jesús como Mesías –lo cual es la razón por la que los Evangelios fueros escritos– (Jn 20,31.31).





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