domingo, 19 de octubre de 2008

INMACULADA CONCEPCION DE MARIA

Hoy 30 de Noviembre comienza la novena a la Inmaculada. Ya se la envíe a mikel por mail.

Tengo tanto porque pedir.

QUIÉN PODRÍA JAMÁS COMPRENDER A MARÍA
¿Quién podría jamás comprender, expresarse o discurrir dignamente sobre esta Virgen íntegra e inmaculada, santa y santificada, en su concepción misma, destinada como estaba desde el seno de su madre a convertirse en el arca, el altar, el templo, el palacio, el trono de Dios vivo de los siglos?
El buitre no la vio, ni la apresó en sus garras, el espíritu vagabundo no la encontró jamás.

O María sin pecado concebida, rogad por nosotros
que recurrimos a Vos.
Madre de la confianza
Madre siempre fiel, cuando te asaltó la incertidumbre, cuando las cosas se te hacían complicadas, supiste confiar.
¡Y cómo confiaste! En el momento cumbre de la historia con decisión y firmeza pronunciaste aquel bienaventurado "Hágase", del que viene nuestra salud.
¡Y siempre lo mantuviste! Las desconfianzas de otros, los decires de tantos nunca te apartaron de la santa confianza.Obtenme, Santa María de la Confianza, el auxilio divino que me permita superarlas incertidumbres que ahora me acosan. Que así sea.
Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo.
Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados.
Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.
Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


SÚPLICA DE LA MEDALLA MILAGROSA
Se reza a las 5 de la tarde del 27 de noviembre,
Fiesta de la Medalla Milagrosa,
y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.
Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias. Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida para la manifestación de tu Medalla.
Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto y prenda de protección.
Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo,cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo.
Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo.
Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada día la cruz detrás de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra. Haz,
oh Madre, que esta hora que te recuerda la dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos avisitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían lasgracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas susgracias?
Ten entonces piedad de nosotros.
Te lo pedimos por tu InmaculadaConcepción, y por el amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla.
Oh Consoladorade los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras miserias, mira los males quenos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro.
Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos.
Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores,particularmente de aquéllos que nos son más queridos.
Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado.
Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin deque después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir aagradecerte y alabarte eternamente en el Cielo.
Amén.
Oración a la milagrosa
¡OH María!...En tus manos pongo esta súplica.
Bendícela. Después preséntala a Jesús.
Haz valer tu amor de Madre y tu poder de Reina.
¡Oh María!... Cuento con tu ayuda.
Confío en tu poder.
Me entrego a tu voluntad.
Estoy seguro de tu misericordia,
Madre de Dios.
Madre mía, ruega por mí.
-¡Oh María, sin pecado concebida!
Rogad por nosotros, que recurrimos a Vos

SEÑORA DE LA DISPONIBILIDAD

Ruega por nosotros Señora de la Disponibilidad,
para que estemos siempre disponibles y dispuestos.
Ruega por nosotros Señora del Silencio,
para que estemos siempre a la escucha,
muy atentos.
Ruega por nosotros Santa María,
Madre de Dios y Madre Nuestra,
para que vivamos como hijos de Dios
y hermanos de los hombres.
Ruega por nosotros Señora de la Esperanza,
para que en nuestro corazón seco nazca y crezca
esa flor y yerba verde.
Señora de la Visitación
Danos Tú el tono y enséñanos acantar el Magnificat.
Señora del Milagro de Caná
dime al oído una vez más:"Haber si haces lo que Él te diga"
Señora del Camino del Calvario
¿Me puedes Tú aclarar: le cargo yo
la cruz a tu Hijo, es mi nombre
Simón de Cirene o me llamo la Verónica?"
Señora al Pie de la Cruz:
¿Es a mí quien dice Jesús: "Aquí tiene a tu Madre"?
Señora del Cenáculo ¡qué bien sabes tú lo que es este viento,
este fuego, que emborracha y nos quema las entrañas!
Desde aquí, Contigo, Reina de los Apóstoles,
Señora del Camino, desde aquí nos lanzamos
por el mundo.
Autor: Pablo Vallejos Calzada

La unión virginal de María y José

JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de agosto de 1996


San Mateo, 1, 18-20:18
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
19 Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
20 Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados."

1. El evangelio de Lucas, al presentar a María como virgen, añade que estaba "desposada con un hombre llamado José, de la casa de David" (Lc 1, 27). Estas informaciones parecen, a primera vista, contradictorias.
Hay que notar que el término griego utilizado en este pasaje no indica la situación de una mujer que ha contraído el matrimonio y por tanto vive en el estado matrimonial, sino la del noviazgo. Pero, a diferencia de cuanto ocurre en las culturas modernas, en la costumbre judaica antigua la institución del noviazgo preveía un contrato y tenía normalmente valor definitivo: efectivamente, introducía a los novios en el estado matrimonial, si bien el matrimonio se cumplía plenamente cuando el joven conducía a la muchacha a su casa.
En el momento de la Anunciación, María se halla, pues, en la situación de esposa prometida.
Nos podemos preguntar por qué había aceptado el noviazgo, desde el momento en que tenía el propósito de permanecer virgen para siempre.
Lucas es consciente de esta dificultad, pero se limita a registrar la situación sin aportar explicaciones.
El hecho de que el evangelista, aun poniendo de relieve el propósito de virginidad de María, la presente igualmente como esposa de José constituye un signo de que ambas noticias son históricamente dignas de crédito.
2. Se puede suponer que entre José y María, en el momento de comprometerse, existiese un entendimiento sobre el proyecto de vida virginal. Por lo demás, el Espíritu Santo, que había inspirado en María la opción de la virginidad con miras al misterio de la Encarnación y quería que ésta acaeciese en un contexto familiar idóneo para el crecimiento del Niño, pudo muy bien suscitar también en José el ideal de la virginidad.
El ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le dice: "José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo" (Mt 1, 20).
De esta forma recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada para dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar en la realización de su designio de salvación.
El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad.
La realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la filiación divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiese asegurar el desarrollo normal de la personalidad del Niño.José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación del Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don del matrimonio.
La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación, sin embargo fue un verdadero matrimonio (cf. Exhortación apostólica, Redemptoris custos, 7).
La dificultad de acercarse al misterio sublime de su comunión esponsal ha inducido a algunos, ya desde el siglo II, a atribuir a José una edad avanzada y a considerarlo el custodio de María, más que su esposo. Es el caso de suponer, en cambio, que no fuese entonces un hombre anciano, sino que su perfección interior, fruto de la gracia, lo llevase a vivir con afecto virginal la relación esponsal con María.
3. La cooperación de José en el misterio de la Encarnación comprende también el ejercicio del papel paterno respecto de Jesús. Dicha función le es reconocida por el ángel que, apareciéndosele en sueños, le invita a poner el nombre al Niño: "Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21).
Aun excluyendo la generación física, la paternidad de José fue una paternidad real, no aparente. Distinguiendo entre padre y progenitor, una antigua monografía sobre la virginidad de María -el De Margarita (siglo IV)- afirma que "los compromisos adquiridos por la Virgen y José como esposos hicieron que él pudiese ser llamado con este nombre (de padre); un padre, sin embargo, que no ha engendrado".
José, pues, ejerció en relación con Jesús la función de padre, gozando de una autoridad a la que el Redentor libremente se "sometió" (Lc 2, 51), contribuyendo a su educación y transmitiéndole el oficio de carpintero.Los cristianos han reconocido siempre en José a aquel que vivió una comunión íntima con María y Jesús, deduciendo que también en la muerte gozó de su presencia consoladora y afectuosa.
De esta constante tradición cristiana se ha desarrollado en muchos lugares una especial devoción a la santa Familia y en ella a san José, Custodio del Redentor.
El Papa León XIII, como es sabido, le encomendó el patrocinio de toda la Iglesia.
Libreria Editrice Vaticana

Bendita sea tu pureza

y eternamente lo sea,
pues todo un Dios
se recreaen tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes,
Madre mía.
Jesus, Jose y Maria,
sed la salvacion mia

Ntra. Sra. del Santo Rosario

La fecha del 7 de octubre asocia la memoria de Nuestra Señora del Rosario con la victoria obtenida por los cristianos sobre los turcos en Lepanto en 1571.
Mas hoy la Iglesia no nos invita tanto a rememorar un suceso lejano cuanto a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María.
Al dar ella su consentimiento a Dios en la Anunciación, «se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con él y bajo él, por la gracia de Dios omnipotente» (Conc. Vaticano II, Const. sobre la Iglesia, n 56). Por eso la liturgia recuerda como formando un todo las diversas fases de ese misterio, «la encarnación de Jesucristo, su pasión y la gloria de la resurrección», pidiendo al Señor por intercesión de María que haga que comulguemos en la fe y en el amor.
Para lograr que María nos escuche cuando rezamos el Avemaría, no es necesario haber meditado largamente sobre la estructura de esta plegaria.
Con todo, no resultará inútil el saber que está compuesta por un saludo y una invocación.
El saludo es palabra de Dios: junta la salutación del Ángel en la Anunciación y la de Isabel en la en la Visitación. Por lo que toca a la invocación, se fundamenta en la fe de la Iglesia en la maternidad divina de María para confiarle la vida presente de sus hijos y su tránsito a Dios al final de su Pascua.
Esta corona a la Virgen, repetitivo, es un Evangelio en miniatura que está al alcance de todas las inteligencias y de las memorias más torpes, así como de las situaciones espirituales más desangeladas y frías, y quizá porque conoce el paño es la devoción que María recomendó en Lourdes y Fátima, a manera de gran arma para la paz de nuestro tiempo.
En los últimos siglos, cuando la Historia tiende a hacernos creer más listos y originales, más modernos, la Virgen da la razón a los papas prefiriendo esta modalidad tan sencilla de adorar y pedir en la que se nos da todo hecho menos la actitud interior, y que obliga a poner el alma en lo que se dice, como introduciendo el sentido de Dios en la monotonía de las cosas de la vida cotidiana.
Plegaria personal por el impulso que cada cual le dé, pero también voz del coro de la Iglesia, como un murmullo de niño que no se cansa de repetir lo archisabido que no puede decirse mejor, con leves pausas meditativas para volver más confiados a la música envolvente de unas palabras que suenan a eternas de pura sencillez y profundidad.

Oremos
Himno (laudes)
Resplandeciente de alegría,
Amargo mar de los pesares,
Vestida de gracia y de gloria,
Te cantamos,
Oh Virgen María.
Gozosa cuándo a Dios concibes,
Cuándo anhelante das el fruto,
Cuándo lo ofreces y lo pierdes,
Al Hijo, que es la luz del mundo.
Salve, primera de los mártires,
En el dolor de tu martirio;
Tu corazón supo de espinas,
Tu alma de cruces y de lirios.
Reina de gloria refulgente,
Madre fecunda de la Iglesia,
Cuándo las llamas del Paráclito
Del mundo ardieron las tristezas.
Recoged las Aves Marías
Para un rosario de azucenas;
Cantad a María alabanzas,
Que es Madre de eterna belleza.
Amén
Señor,
que por el anuncio del ángel
nos ha hecho conocer
la encarnación de tu Hijo,
infunde tu gracia en nosotros
y concédenos,
por la intercesión de
la Santísima Virgen María,
que podamos alcanzar,
por la virtud de la pasión
y de la cruz de tu Hijo Jesucristo,
la gloria de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

María, modelo de virginidad

1ra. carta de san Pablo a los Corintios, capítulo 7,
32 Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor.

33 El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer;
34 está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.
35 Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división

1. El propósito de virginidad, que se vislumbra en las palabras de María en el momento de la Anunciación, ha sido considerado tradicionalmente como el comienzo y el acontecimiento inspirador de la virginidad cristiana en la Iglesia.
San Agustín no reconoce en ese propósito el cumplimiento de un precepto divino, sino un voto emitido libremente. De ese modo se ha podido presentar a María como ejemplo a las santas vírgenes en el curso de toda la historia de la Iglesia. María "consagró su virginidad a Dios, cuando aún no sabía lo que debía concebir, para que la imitación de la vida celestial en el cuerpo terrenal y mortal se haga por voto, no por precepto, por elección de amor, no por necesidad de servicio" (De Sancta Virg., IV, 4; PL 40, 398).
El ángel no pide a María que permanezca virgen; es María quien revela libremente su propósito de virginidad. En este compromiso se sitúa su elección de amor, que la lleva a consagrarse totalmente al Señor mediante una vida virginal.
Al subrayar la espontaneidad de la decisión de María, no debemos olvidar que en el origen de cada vocación está la iniciativa de Dios. La doncella de Nazaret, al orientarse hacia la vida virginal, respondía a una vocación interior, es decir, a una inspiración del Espíritu Santo que la iluminaba sobre el significado y el valor de la entrega virginal de sí misma. Nadie puede acoger este don sin sentirse llamado y sin recibir del Espíritu Santo la luz y la fuerza necesarias.
2. Aunque san Agustín utilice la palabra voto para mostrar a quienes llama santas vírgenes el primer modelo de su estado de vida, el Evangelio no testimonia que María haya formulado expresamente un voto, que es la forma de consagración y entrega de la propia vida a Dios, en uso ya desde los primeros siglos de la Iglesia. El Evangelio nos da a entender que María tomó la decisión personal de permanecer virgen, ofreciendo su corazón al Señor. Desea ser su esposa fiel, realizando la vocación de la "hija de Sión". Sin embargo, con su decisión se convierte en el arquetipo de todos los que en la Iglesia han elegido servir al Señor con corazón indiviso en la virginidad.
Ni los evangelios, ni otros escritos del Nuevo Testamento, nos informan acerca del momento en el que María tomó la decisión de permanecer virgen. Con todo, de la pregunta que hace al ángel se deduce con claridad que, en el momento de la Anunciación, dicho propósito era ya muy firme. María no duda en expresar su deseo de conservar la virginidad también en la perspectiva de la maternidad que se le propone, mostrando que había madurado largamente su propósito.
En efecto, María no eligió la virginidad en la perspectiva, imprevisible, de llegar a ser Madre de Dios, sino que maduró su elección en su conciencia antes del momento de la Anunciación. Podemos suponer que esa orientación siempre estuvo presente en su corazón: la gracia que la preparaba para la maternidad virginal influyó ciertamente en todo el desarrollo de su personalidad, mientras que el Espíritu Santo no dejó de inspirarle, ya desde sus primeros años, el deseo de la unión más completa con Dios.
3. Las maravillas que Dios hace, también hoy, en el corazón y en la vida de tantos muchachos y muchachas, las hizo, ante todo, en el alma de María. También en nuestro mundo, aunque esté tan distraído por la fascinación de una cultura a menudo superficial y consumista, muchos adolescentes aceptan la invitación que proviene del ejemplo de María y consagran su juventud al Señor y al servicio de sus hermanos.
Esta decisión, más que renuncia a valores humanos, es elección de valores más grandes. A este respecto, mi venerado predecesor Pablo VI, en la exhortación apostólica
Marialis cultus, subrayaba cómo quien mira con espíritu abierto el testimonio del Evangelio "se dará cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María (...) no fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios" (n. 37).
En definitiva, la elección del estado virginal está motivada por la plena adhesión a Cristo. Esto es particularmente evidente en María. Aunque antes de la Anunciación no era consciente de ella, el Espíritu Santo le inspira su consagración virginal con vistas a Cristo: permanece virgen para acoger con todo su ser al Mesías Salvador. La virginidad comenzada en María muestra así su propia dimensión cristocéntrica, esencial también para la virginidad vivida en la Iglesia, que halla en la Madre de Cristo su modelo sublime. Aunque su virginidad personal, vinculada a la maternidad divina, es un hecho excepcional, ilumina y da sentido a todo don virginal.
4. ¡Cuántas mujeres jóvenes, en la historia de la Iglesia, contemplando la nobleza y la belleza del corazón virginal de la Madre del Señor, se han sentido alentadas a responder generosamente a la llamada de Dios, abrazando el ideal de la virginidad! "Precisamente esta virginidad ―como he recordado en la encíclica
Redemptoris Mater―, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Nazaret, es fuente de una especial fecundidad espiritual: es fuente de la maternidad en el Espíritu Santo" (n. 43).
La vida virginal de María suscita en todo el pueblo cristiano la estima por el don de la virginidad y el deseo de que se multiplique en la Iglesia como signo del primado de Dios sobre toda realidad y como anticipación profética de la vida futura. Demos gracias juntos al Señor por quienes aún hoy consagran generosamente su vida mediante la virginidad, al servicio del reino de Dios.
Al mismo tiempo, mientras en diversas zonas de antigua evangelización el hedonismo y el consumismo parecen disuadir a los jóvenes de abrazar la vida consagrada, es preciso pedir incesantemente a Dios, por intercesión de María, un nuevo florecimiento de vocaciones religiosas. Así, el rostro de la Madre de Cristo, reflejado en muchas vírgenes que se esfuerzan por seguir al divino Maestro, seguirá siendo para la humanidad el signo de la misericordia y de la ternura divinas.
JUAN PABLO II,

AUDIENCIA GENERAL,
Miércoles 7 de agosto de 1996

La concepción virginal de Jesús

Lectura: capítulo 1 del evangelio de san Lucas, 34
María respondió al ángel: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?"
35= El ángel le respondió: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
36= Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
37 = porque ninguna cosa es imposible para Dios." =
38 = Dijo María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y el ángel dejándola se fue.
1. Dios ha querido, en su designio salvífico, que el Hijo unigénito naciera de una Virgen. Esta decisión divina implica una profunda relación entre la virginidad de María y la encarnación del Verbo. "La mirada de la fe, unida al conjunto de la revelación, puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por María de esta misión para con los hombres"
(Catecismo de la Iglesia católica, n. 502).
La concepción virginal, excluyendo una paternidad humana, afirma que el único padre de Jesús es el Padre celestial, y que en la generación temporal del Hijo se refleja la generación eterna: el Padre, que había engendrado al Hijo en la eternidad, lo engendra también en el tiempo como hombre.
2. El relato de la Anunciación pone de relieve el estado de Hijo de Dios, consecuente con la intervención divina en la concepción. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc 1, 35).
Aquel que nace de María ya es, en virtud de la generación eterna, Hijo de Dios; su generación virginal, obrada por la intervención del Altísimo, manifiesta que, también en su humanidad, es el Hijo de Dios.
La revelación de la generación eterna en la generación virginal nos la sugieren también las expresiones contenidas en el Prólogo del evangelio de san Juan, que relacionan la manifestación de Dios invisible, por obra del "Hijo único, que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18), con su venida en la carne: "Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14).
San Lucas y san Mateo, al narrar la generación de Jesús, afirman también el papel del Espíritu Santo. Éste no es el padre del niño: Jesús es hijo únicamente del Padre eterno (cf. Lc 1, 32. 35) que, por medio del Espíritu, actúa en el mundo y engendra al Verbo en la naturaleza humana. En efecto, en la Anunciación el ángel llama al Espíritu "poder del Altísimo" (Lc 1, 35), en sintonía con el Antiguo Testamento, que lo presenta como la energía divina que actúa en la existencia humana, capacitándola para realizar acciones maravillosas. Este poder, que en la vida trinitaria de Dios es Amor, manifestándose en su grado supremo en el misterio de la Encarnación, tiene la tarea de dar el Verbo encarnado a la humanidad.
3. El Espíritu Santo, en particular, es la persona que comunica las riquezas divinas a los hombres y los hace participar en la vida de Dios. Él, que en el misterio trinitario es la unidad del Padre y del Hijo, obrando la generación virginal de Jesús, une la humanidad a Dios.
El misterio de la Encarnación muestra también la incomparable grandeza de la maternidad virginal de María: la concepción de Jesús es fruto de su cooperación generosa en la acción del Espíritu de amor, fuente de toda fecundidad.
En el plan divino de la salvación, la concepción virginal es, por tanto, anuncio de la nueva creación: por obra del Espíritu Santo, en María es engendrado aquel que será el hombre nuevo. Como afirma el Catecismo de la Iglesia católica: "Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, porque él es el nuevo Adán que inaugura la nueva creación" (n. 504).
En el misterio de esta nueva creación resplandece el papel de la maternidad virginal de María. San Ireneo, llamando a Cristo "primogénito de la Virgen" (Adv. Haer. 3, 16, 4), recuerda que, después de Jesús, muchos otros nacen de la Virgen, en el sentido de que reciben la vida nueva de Cristo. "Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende a todos los hombres a los cuales él vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos" (Rm 8, 29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 501).
4. La comunicación de la vida nueva es transmisión de la filiación divina. Podemos recordar aquí la perspectiva abierta por san Juan en el Prólogo de su evangelio: aquel a quien Dios engendró, da a los creyentes el poder de hacerse hijos de Dios (cf. Jn 1, 12-13). La generación virginal permite la extensión de la paternidad divina: a los hombres se les hace hijos adoptivos de Dios en aquel que es Hijo de la Virgen y del Padre.
Así pues, la contemplación del misterio de la generación virginal nos permite intuir que Dios ha elegido para su Hijo una Madre virgen, para dar más ampliamente a la humanidad su amor de Padre.
JUAN PABLO II, AUDIENCIA GENERAL, Miércoles 31 de julio de 1996
Libreria Editrice Vaticana

A MARIA
Madre, dame Tu mano y no me sueltes,
Déjame apoyarme en Ti al andar,
Enséñame el camino que sólo me conduzca
A Tu Hijo con quien anhelo un día estar.
Pídele a El que perdone mis falencias,
Mi falta de paciencia, también de piedad,
Que me dé fuerzas para sobrellevar el peso
De las injusticias que me hacen a menudo llorar.
Enjuga mis lágrimas con Tu dulzura de siempre,
Cubre con Tu manto mis penas y ansiedad,
Regálame la paz que de Tus ojos mana
Y muéstrame las huellas del amor y la humildad

SALUDO A LA VIRGEN MARIA

San Francisco, «el hombre enamorado de Cristo» , vivía según la regla del santo Evangelio imitando a Jesús, hijo de María, le recomienda a sus hermanos que guarden la iglesia Santa María de los Ángeles llamada también "la Porciúncula", como casa-madre de la Orden. Todos los días, los religiosos sienten el deber urgente de rezar el Rosario. Y San Francisco invocaba a María como la protectora de la orden franciscana, con esta oración: ¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen convertida en templo, y elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por El con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito; que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien! ¡Salve, palacio de Dios! Salve, tabernáculo de Dios! ¡Salve, casa de Dios! ¡Salve, vestidura de Dios! ¡Salve, esclava de Dios! ¡Salve, Madre de Dios! ¡Salve también todas vosotras, santas virtudes, que, por la gracia e iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en los corazones de los fieles para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!
San Francisco de Asís

Dios te salve, María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.