jueves, 23 de noviembre de 2017

Presentación de Maria al Templo: La que dió fe al mensaje divino y concibió por su fe.- Oremos

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21 de noviembre
Presentación de la Virgen Maria al Templo



De la Liturgia de las Horas: En este día, en que se recuerda la dedicación,
el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del
templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la Iglesia
oriental, la "dedicación" que María hizo de sí misma a Dios, ya desde su
infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su
concepción inmaculada.

Según la tradición, sus padres llevaron a la Virgen María al Templo a la
edad de tres años para que formase parte de las doncellas que allí eran
consagradas a Dios e instruidas en la piedad.

Fiesta Litúrgica: Ya se celebraba en el siglo VI en el Oriente. En el 1372,
el Papa Gregorio XI, informado por el canciller de la corte de Chipre sobre
la gran celebración que en Grecia se hacía para esta fiesta el 21 de
noviembre, la introdujo en Aviñón. Sixto V promulgó la fiesta para la
Iglesia universal.

María, dió fe al mensaje divino y concibió por su fe
De los sermones de san Agustín, obispo leemos:

Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo, el Señor, extendiendo la mano
sobre sus discípulos: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi hermano, y mi hermana, y
mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre la Virgen María,
ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida
para que ella naciera entre los hombres el que había de ser nuestra
salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en ella?

Ciertamente, cumplió santa María, con toda perfección, la voluntad del
Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo
que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que
por ser madre de Cristo. Por esto, María fue bienaventurada, porque, antes
de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.

Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y
realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el vientre que te llevó. Y el
Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades
de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Mejor, dichosos los que
escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que María es dichosa
también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el
cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo.
Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo
Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más
importante lo que está en la mente que lo que lleva en el seno.

María fue santa, María fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la
misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto que María es parte de la
Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente,
pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es parte de la totalidad
del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros. La cabeza de
este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el
cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la Iglesia, una cabeza
divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.

Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros mismos: también vosotros
sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera
equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis
madre de Cristo? El que escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo,
ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. Podemos entender lo que
significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos» y «hermanas»:
la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo único no
quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos
suyos.

Oración
Te rogamos, Señor, que a cuantos hoy honramos la gloriosa memoria de la
santísima Virgen María, nos concedas, por su intercesión, participar, como
ella, de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo,
que junto al Espíritu Santo son Dios. Por los siglos de los siglos. Amén

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