lunes, 25 de junio de 2018

Nacimiento de San Juan Bautista: es necesario que El crezca y que yo disminuya.- Oremos juntos

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Archivos adjuntos24 jun. 2018 20:48
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24 de Junio


Nacimiento de San Juan Bautista

 San Juan Bautista Es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día
de su nacimiento.
San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis meses
- el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro
Redentor, Jesús).

El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente
manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba
casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era estéril. Siendo
ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de
pie a la derecha del altar.

Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues
vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo,
que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni
cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del
Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios".

Pero Zacarías respondió al ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad,
pues mi mujer ya es vieja y yo también?".

El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he
sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a
mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se
cumpla".

Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen
comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la
noticia del embarazo de su prima Isabel.

Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en
aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel
momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque
acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios
que estaba en el vientre de la Virgen.

También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu
profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el
fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de
mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación
llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de
júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se
cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y
permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta
que nació San Juan.

De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y
huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el
contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su juventud
dedicado nada más a la penitencia y a la oración.

Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que
la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y
principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino
de Dios.

Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán,
conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.

Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el
Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien
vieres que me poso en forma de paloma, Ese es".

Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles:
Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos
por padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer
de estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta a la
raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y
arrojado al fuego".

Y las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba:
"El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga ninguna; y el que
tenga alimentos que haga lo mismo"...

"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero el
que ha de venir después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni
siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros
en el Espíritu Santo..."

Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y
enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó
claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo bautizas?"
Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros
está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de venir después de
mí..."

Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser
bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti
y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto
ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces
Juan condescendió con El.

Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras
hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que
bajaba como en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se
oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo
todas mis complacencias".

Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo
a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un varón,
que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".

Entonces Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma
descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el
Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu
Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de
Dios".

Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de
su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó
diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano"; y le
echaba en cara las cosas malas que había hecho.

Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán
para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era
hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado
por lo que le decía.

Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo
de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y
la despidiera siguiendo el consejo de Juan.

Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en
defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.

Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían
dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en
la fe.

Llegando donde El estaba, le preguntaron diciendo: "Juan el Bautista nos ha
enviado a Ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a
otro".

En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo:
"Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los
cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les
anuncia el Evangelio..."

Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis
a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué salisteis
a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que un
profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi
mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por tanto os digo:
Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista..."

Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a
muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de
Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los
invitados y principalmente al propio Herodes.

Entonces el rey juró a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré,
aunque sea la mitad de mi reino".

Ella salió fuera y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?" La adúltera, que
vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó:
"Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en
seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza
de Juan el Bautista".

Entonces se dio cuenta el rey de su error, y se pudo muy triste porque temía
matar al Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y,
llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo
decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que
ella lo había solicitado.

Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como
tú.

San Luis Gonzaga :"Señor: ya que no pudimos imitar a San Luis en la inocencia, que por lo menos lo logremos imitar en la penitencia. Amén". Oremos juntos

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Archivos adjuntosjue., 21 jun. 23:48 (hace 4 días)
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           21 de junio
San Luis Gonzaga
Año 1591       


(Luis en alemán significa: batallador glorioso).
San Luis Gonzaga nació en Castiglione, Italia, en 1568.
Hijo del marqués de Gonzaga; de pequeño aprendió las artes militares y el
más exquisito trato social. Siendo niño sin saber lo que decía, empezó a
repetir palabras groseras que les había oído a los militares, hasta que su
maestro lo corrigió. También un día por imprudencia juvenil hizo estallar un
cañón con grave peligro de varios soldados. De estos dos pecados lloró y se
arrepintió toda la vida.
La primera comunión se la dio San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán.
San Luis estuvo como edecán en palacios de altos gobernantes, pero nunca
fijó sus ojos en el rostro de las mujeres. Y así se libró de muchas
tentaciones.
Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino, el
cual le aconsejó tres medios para llegar a ser santo:
1º. Frecuente confesión y comunión.
2º. Mucha devoción a la Sma. Virgen.
3ro. Leer vidas de Santos.

Ante una imagen de la Sma. Virgen en Florencia hizo juramento de permanecer
siempre puro. Eso se llama "Voto de castidad".
Cuando iba a hacer o decir algo importante se preguntaba: "¿De qué sirve
esto para la eternidad?" y si no le servía para la eternidad, ni lo hacía ni
lo decía.
Una vez arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, le
pareció que la Sma. Virgen le decía: "¡Debes entrar en la Compañía de mi
Hijo!". Con esto entendió que su vocación era entrar en la Comunidad
Compañía de Jesús, o sea hacerse jesuita.
Le pidió permiso al papá para hacerse religioso, pero él no lo dejó. Y lo
llevó a grandes fiestas y a palacios y juegos para que se le olvidara su
deseo de ser sacerdote. Después de varios meses le preguntó: "¿Todavía sigue
deseando ser sacerdote?", y el joven le respondió: "En eso pienso noche y
día". Entonces el papá le permitió entrar de jesuita. (En un desfile de
orgullosos jinetes en caballos elegantes, Luis desfiló montado en un burro y
mirando hacia atrás. Lo silbaron pero con eso dominó su orgullo).
En 1581 el joven Luis Gonzaga, que era seminarista y se preparaba para ser
sacerdote, se dedicó a cuidar a los enfermos de la peste de tifo negro. Se
encontró en la calle a un enfermo gravísimo. Se lo echó al hombro y lo llevó
al hospital para que lo atendieran. Pero se le contagió el tifo y Luis murió
el 21 de junio de 1591, a la edad de sólo 23 años. Murió mirando el
crucifijo y diciendo "Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del
Señor".
La mamá logró asistir en 1621 a la beatificación de su hijo.
San Luis Gonzaga tuvo que hacer muchos sacrificios para poder mantenerse
siempre puro, y por eso la Santa Iglesia Católica lo ha nombrado Patrono de
los Jóvenes que quieren conservar la santa pureza. El repetía la frase de
San Pablo: "Domino mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que
enseñando a otros a salvarse, me condene yo mismo".
Sufría mucho de mal de riñones y esta enfermedad lo obligaba a quedarse días
enteros quieto en su cama. Pero esta quietud le trajo un gran bien: le
permitió dedicarse a leer las Vidas de Santos, y esto lo animó muchísimo a
volverse mejor. (A veces sentía remordimiento porque le parecía que deseaba
demasiado irse al cielo). Su confesor San Roberto, que lo acompañó en la
hora de la muerte, dice que Luis Gonzaga murió sin haber cometido ni un sólo
pecado mortal en su vida.
Apenas el hijo se hizo religioso su padre empezó a volverse mucho más
piadoso de lo que era antes y murió después santamente. Luis renunció a
todas las grandes herencias que le correspondían con tal de poder hacerse
religioso y santo.
Santa Magdalena de Pazzi vio en un éxtasis o visión a San Luis en el cielo,
y decía: "Yo nunca me había imaginado que Luis Gonzaga tuviera un grado tan
alto de gloria en el paraíso".
Un oficio muy importante que hizo San Luis durante su vida fue ir de ciudad
en ciudad poniendo la paz entre familias que estaban peleadas. Cuando él era
enviado a poner paz entre los enemistados, estos ante su gran santidad,
aceptaban hacer las paces y no pelear más. El era extraordinariamente amable
y bien educado.
Después de muerto se apareció a un jesuita enfermo, y lo curó y le recomendó
que no se cansara nunca de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
San Luis fue avisado en sueños que moriría el viernes de la semana siguiente
al Corpus, y en ese día murió. Ese viernes es la fiesta del Sagrado Corazón
de Jesús.
La oración que la Iglesia le dirige a Dios en la fiesta de este santo le
dice:
"Señor: ya que no pudimos imitar a San Luis en la inocencia, que por lo
menos lo logremos imitar en la penitencia. Amén".

2018-12- Homenaje Sabatino: VIRGEN MARIA, TE OFREZCO LA JORNADA DE ESTE DIA ... .-Oremos juntos.


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Archivos adjuntosvie., 22 jun. 19:43 (hace 3 días)
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        VIRGEN MARIA, TE OFREZCO LA JORNADA DE ESTE DIA

Oh María, Madre del Verbo encarnado y Madre dulcísima,
estamos aquí a tus pies mientras comienza un nuevo día,
un nuevo don del Señor. Depositamos en Tus manos y en
Tu Corazón todo nuestro ser.

Nosotros seremos totalmente Tuyos en la voluntad,
en el pensamiento, en el cuerpo, en el corazón.

Tu forma en nosotros, con bondad maternal en este día,
una vida nueva, la vida de Tu hijo Jesús. Previene y acompaña.

Oh Reina del Cielo, con Tu inspiración materna
también nuestras más pequeñas acciones para que todo
sea puro y grato a la hora del Sacrificio Santo e Inmaculado.

Haznos santos, oh Madre de bondad.
Santos como Jesús nos ha pedido y
Tu Corazón ardientemente lo desea. Así sea.

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Dios Te Salve, María,
Llena De Gracia, El Señor Es Contigo.
 Bendita Eres Entre Todas Las Mujeres
 Y Bendito Es El Fruto De Tu Vientre, Jesús.
Santa María, Madre De Dios,
 Ruega Por Nosotros Pecadores
Ahora Y En La Hora De Nuestra Muerte.
 Amén.

san José Cafasso sea una llamada para todos a intensificar el camino hacia la perfección de la vida cristiana, la santidad.- Oremos juntos.


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Archivos adjuntossáb., 23 jun. 20:01 (hace 2 días)
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Plaza de San Pedro
Miércoles 30 de junio de 2010

San José Cafasso

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos concluido hace poco el Año sacerdotal: un tiempo de gracia que ha dado
y dará frutos preciosos a la Iglesia; una oportunidad para recordar en la
oración a todos los que han respondido a esta vocación particular. En este
camino nos acompañaron como modelos e intercesores el santo cura de Ars y
otras figuras de santos sacerdotes, verdaderas luces en la historia de la
Iglesia. Como anuncié el pasado miércoles, hoy quiero recordar otra, que
destaca en el grupo de los «santos sociales» del siglo XIX en Turín: se
trata de san José Cafasso.

Merece un recuerdo especial porque precisamente hace una semana se celebraba
el 150° aniversario de su muerte, que tuvo lugar en la capital piamontesa el
23 de junio de 1860, a la edad de 49 años. Además, quiero recordar que el
Papa Pío XI, el 1 de noviembre de 1924, al aprobar los milagros para la
canonización de san Juan María Vianney y publicar el decreto de autorización
para la beatificación de José Cafasso, unió estas dos figuras de sacerdotes
con las siguientes palabras: «No sin una especial y benéfica disposición de
la divina Bondad, hemos asistido a la aparición de nuevos astros en la
Iglesia católica: el párroco de Ars y el venerable siervo de Dios José
Cafasso. Precisamente estas dos hermosas, queridas, providencialmente
oportunas figuras se nos debían presentar hoy; pequeña y humilde, pobre y
sencilla, pero también gloriosa, la figura del párroco de Ars; y la otra
bella, grande, compleja, rica figura de sacerdote, maestro y formador de
sacerdotes, el venerable José Cafasso». Se trata de circunstancias que nos
brindan la ocasión para conocer mejor el mensaje, vivo y actual que surge de
la vida de este santo. No fue párroco como el cura de Ars, sino que fue
sobre todo formador de párrocos y de sacerdotes diocesanos, más aún, de
sacerdotes santos, entre ellos san Juan Bosco. No fundó institutos
religiosos, como otros santos sacerdotes piamonteses del siglo XIX, porque
su «fundación» fue la «escuela de vida y de santidad sacerdotal» que
realizó, con el ejemplo y la enseñanza, en el Internado eclesiástico de San
Francisco de Asís, en Turín.

José Cafasso nació en Castelnuovo d'Asti, el mismo pueblo de san Juan Bosco,
el 15 de enero de 1811. Fue el tercero de cuatro hijos. La última, su
hermana Marianna, será la madre del beato José Allamano, fundador de los
Misioneros y las Misioneras de la Consolata. Nació en el Piamonte del siglo
XIX, caracterizado por graves problemas sociales, pero también por numerosos
santos que se empeñaron en buscarles solución. Esos santos estaban unidos
entre sí por un amor total a Cristo y por una profunda caridad hacia los más
pobres: la gracia del Señor sabe difundir y multiplicar las semillas de
santidad. José Cafasso realizó los estudios de secundaria y el bienio de
filosofía en el colegio de Chieri y en 1830 pasó al seminario teológico,
donde, en 1833, fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde hizo su
ingreso en el lugar que para él sería la única y fundamental «etapa» de su
vida sacerdotal: el Internado eclesiástico de San Francisco de Asís, en
Turín. Entró para perfeccionarse en la pastoral y allí hizo fructificar sus
dotes de director espiritual y su gran espíritu de caridad. El Internado, de
hecho, no era sólo una escuela de teología moral, donde los jóvenes
sacerdotes, procedentes sobre todo de zonas rurales, aprendían a confesar y
a predicar; también era una verdadera escuela de vida sacerdotal, donde los
presbíteros se formaban en la espiritualidad de san Ignacio de Loyola y en
la teología moral y pastoral del gran obispo san Alfonso María de Ligorio.
El tipo de sacerdote que José Cafasso encontró en el Internado y que él
mismo contribuyó a reforzar -sobre todo como rector- era el del verdadero
pastor con una rica vida interior y un profundo celo en el trabajo pastoral:
fiel a la oración, comprometido en la predicación y en la catequesis,
dedicado a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la Confesión,
según el modelo encarnado por san Carlos Borromeo y san Francisco de Sales y
promovido por el concilio de Trento. Una feliz expresión de san Juan Bosco
sintetiza el sentido del trabajo educativo en aquella comunidad: «En el
Internado se aprendía a ser sacerdotes».

San José Cafasso intentó realizar este modelo en la formación de los jóvenes
sacerdotes, para que ellos, a su vez, se convirtieran en formadores de otros
sacerdotes, religiosos y laicos, en una especial y eficaz cadena. Desde su
cátedra de teología moral educaba a ser buenos confesores y directores
espirituales, solícitos por el verdadero bien espiritual de la persona,
animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y,
al mismo tiempo, un agudo y vivo sentido del pecado. Tres eran las virtudes
principales de José Cafasso profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma,
agudeza y prudencia. Estaba convencido de que donde se verificaba la
enseñanza transmitida era en el ministerio de la Confesión, a la cual él
mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él acudían obispos, sacerdotes,
religiosos, laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía dedicar el
tiempo necesario. Fue sabio consejero espiritual de muchos que llegaron a
ser santos y fundadores de institutos religiosos. Su enseñanza nunca era
abstracta, basada sólo en los libros que se utilizaban en ese tiempo, sino
que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo
conocimiento del alma humana adquirido en el largo tiempo que pasaba en el
confesonario y en la dirección espiritual: la suya era una verdadera escuela
de vida sacerdotal.

Su secreto era sencillo: ser un hombre de Dios; hacer, en las pequeñas
acciones cotidianas, «lo que pueda contribuir a mayor gloria de Dios y
provecho de las almas». Amaba de forma total al Señor, estaba animado por
una fe bien arraigada, sostenido por una oración profunda y prolongada,
vivía una sincera caridad hacia todos. Conocía la teología moral, pero
conocía también las situaciones y el corazón de la gente, cuyo bien
procuraba, como el buen pastor. Cuantos tenían la gracia de estar cerca de
él se transformaban también en buenos pastores y confesores válidos.
Indicaba con claridad a todos los sacerdotes la santidad que se puede
alcanzar precisamente en el ministerio pastoral. El beato don Clemente
Marchisio, fundador de las Hijas de San José, afirmaba: «Cuando entré en el
Internado era un muchacho travieso y alocado, no sabía lo que significaba
ser sacerdote, y salí de él totalmente cambiado, plenamente imbuido de la
dignidad del sacerdote». ¡A cuántos sacerdotes formó en el Internado y
después los siguió espiritualmente! Entre ellos -como ya he dicho- destaca
san Juan Bosco, que lo tuvo como director espiritual durante 25 años, desde
1835 hasta 1860: primero como clérigo, después como sacerdote y por último
como fundador. Todas las decisiones fundamentales de la vida de san Juan
Bosco tuvieron como consejero y guía a san José Cafasso, pero de un modo
bien preciso: Cafasso no trató nunca de formar en don Bosco un discípulo «a
su imagen y semejanza», y don Bosco no copió a Cafasso; ciertamente, lo
imitó en las virtudes humanas y sacerdotales -definiéndolo «modelo de vida
sacerdotal»-, pero según sus aptitudes personales y su vocación peculiar; un
signo de la sabiduría del maestro espiritual y de la inteligencia del
discípulo: el primero no se impuso sobre el segundo, sino que lo respetó en
su personalidad y le ayudó a leer cuál era la voluntad de Dios para él.
Queridos amigos, esta es una enseñanza valiosa para todos los que están
comprometidos en la formación y educación de las generaciones jóvenes, y
también es una fuerte llamada a valorar la importancia de tener un guía
espiritual en la propia vida, que ayude a entender lo que Dios quiere de
nosotros. Con sencillez y profundidad, nuestro santo afirmaba: «Toda la
santidad, la perfección y el provecho de una persona está en hacer
perfectamente la voluntad de Dios (...). Dichosos seríamos si consiguiéramos
introducir así nuestro corazón dentro del de Dios, unir de tal forma
nuestros deseos, nuestra voluntad a la suya, de modo que formen un solo
corazón y una sola voluntad: querer lo que Dios quiere, quererlo en el modo,
en el tiempo y en las circunstancias que él quiere, y querer todo eso
únicamente porque Dios así lo quiere».

Pero otro elemento caracteriza el ministerio de nuestro santo: la atención a
los últimos, en particular a los presos, que en Turín durante el siglo XIX
vivían en lugares inhumanos e inhumanizadores. También en este delicado
servicio, llevado a cabo durante más de veinte años, Cafasso fue siempre el
buen pastor, comprensivo y compasivo: cualidad percibida por los reclusos,
que acababan por ser conquistados por ese amor sincero, cuyo origen era Dios
mismo. La simple presencia de Cafasso hacía el bien: serenaba, tocaba los
corazones endurecidos por las circunstancias de la vida y sobre todo
iluminaba y sacudía las conciencias indiferentes. En los primeros tiempos de
su ministerio entre los encarcelados, a menudo recurría a las grandes
predicaciones, a las que asistían casi todos los reclusos. Con el paso del
tiempo, privilegió la catequesis menuda, impartida en los coloquios y en los
encuentros personales: respetuoso de las circunstancias de cada uno,
afrontaba los grandes temas de la vida cristiana, hablando de la confianza
en Dios, de la adhesión a su voluntad, de la utilidad de la oración y de los
sacramentos, cuyo punto de llegada es la Confesión, el encuentro con Dios
hecho para nosotros misericordia infinita. Los condenados a muerte fueron
objeto de cuidados humanos y espirituales especialísimos. Acompañó al
patíbulo, tras haberlos confesado y administrado la Eucaristía, a 57
condenados a muerte. Los acompañaba con profundo amor hasta el última
aliento de su existencia terrena.

Murió el 23 de junio de 1860, tras una vida ofrecida totalmente al Señor y
consumada por el prójimo. Mi predecesor, el venerable siervo de Dios Papa
Pío XII, el 9 de abril de 1948, lo proclamó patrono de las cárceles
italianas y, con la exhortación apostólica Menti nostrae, el 23 de
septiembre de 1950, lo propuso como modelo a los sacerdotes comprometidos en
la confesión y en la dirección espiritual.

Queridos hermanos y hermanas, que san José Cafasso sea una llamada para
todos a intensificar el camino hacia la perfección de la vida cristiana, la
santidad; que recuerde en particular a los sacerdotes la importancia de
dedicar tiempo al sacramento de la Reconciliación y a la dirección
espiritual, y a todos la atención que debemos prestar a los más necesitados.
Que nos ayude la intercesión de la santísima Virgen María, de quien san José
Cafasso era devotísimo y a quien llamaba «nuestra querida Madre, nuestro
consuelo, nuestra esperanza».

Nacimiento de San Juan Bautista: es necesario que El crezca y que yo disminuya.- Oremos juntos


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Archivos adjuntosdom., 24 jun. 20:48 (hace 1 día)
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24 de Junio


Nacimiento de San Juan Bautista

 San Juan Bautista Es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día
de su nacimiento.
San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis meses
- el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro
Redentor, Jesús).

El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente
manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba
casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era estéril. Siendo
ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de
pie a la derecha del altar.

Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues
vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo,
que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni
cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del
Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios".

Pero Zacarías respondió al ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad,
pues mi mujer ya es vieja y yo también?".

El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he
sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a
mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se
cumpla".

Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen
comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la
noticia del embarazo de su prima Isabel.

Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en
aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel
momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque
acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios
que estaba en el vientre de la Virgen.

También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu
profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el
fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de
mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación
llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de
júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se
cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y
permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta
que nació San Juan.

De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y
huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el
contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su juventud
dedicado nada más a la penitencia y a la oración.

Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que
la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y
principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino
de Dios.

Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán,
conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.

Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el
Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien
vieres que me poso en forma de paloma, Ese es".

Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles:
Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos
por padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer
de estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta a la
raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y
arrojado al fuego".

Y las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba:
"El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga ninguna; y el que
tenga alimentos que haga lo mismo"...

"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero el
que ha de venir después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni
siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros
en el Espíritu Santo..."

Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y
enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó
claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo bautizas?"
Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros
está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de venir después de
mí..."

Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser
bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti
y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto
ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces
Juan condescendió con El.

Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras
hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que
bajaba como en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se
oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo
todas mis complacencias".

Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo
a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un varón,
que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".

Entonces Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma
descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me
envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el
Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu
Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de
Dios".

Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de
su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó
diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano"; y le
echaba en cara las cosas malas que había hecho.

Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán
para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era
hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado
por lo que le decía.

Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo
de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y
la despidiera siguiendo el consejo de Juan.

Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en
defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.

Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían
dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en
la fe.

Llegando donde El estaba, le preguntaron diciendo: "Juan el Bautista nos ha
enviado a Ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a
otro".

En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo:
"Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los
cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les
anuncia el Evangelio..."

Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis
a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué salisteis
a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que un
profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi
mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por tanto os digo:
Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista..."

Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a
muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de
Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los
invitados y principalmente al propio Herodes.

Entonces el rey juró a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré,
aunque sea la mitad de mi reino".

Ella salió fuera y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?" La adúltera, que
vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó:
"Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en
seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza
de Juan el Bautista".

Entonces se dio cuenta el rey de su error, y se pudo muy triste porque temía
matar al Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y,
llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo
decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que
ella lo había solicitado.

Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como
tú.

miércoles, 20 de junio de 2018

2018-11- Homenaje Sabatino: Con la ayuda de María, consagrémonos al Sagrado Corazón de Jesús ... .-Oremos juntos. LuisMaria Recibidos x

Con la ayuda de María, consagrémonos al Sagrado Corazón de Jesús
       
       
Mediante la Encíclica Annum Sacrum, el Papa León XIII confirmó lo que habían logrado sus predecesores con el fin de proteger religiosamente y destacar aún más la adoración y devoción al Sagrado Corazón. Al pedir la consagración no solo de los creyentes sino de todos los hombres, dio una nueva dirección y significado a la consagración que se practicaba desde hacía ya dos siglos.
Por eso, la consagración del género humano al Corazón de Jesús fue presentada por León XIII como "la plenitud y la coronación de todos los honores que estamos acostumbrados a dar al Sagrado Corazón". (...)
La consagración del género humano en 1899 es un paso de especial importancia en el camino hacia la Iglesia y siempre es bueno renovarla todos los años en la fiesta del Sagrado Corazón (...).
Invoquemos la ayuda de la Santísima Virgen, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia. Que ella especialmente ayude a cada cristiano a vivir con generosidad y coherencia la consagración a Cristo que tiene su fundamento en el sacramento del Bautismo y que encuentra una feliz confirmación en la consagración personal al Sagrado Corazón de Jesús.
       
San Juan-Pablo II, Papa: Varsovia, 11 junio 1999, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
       
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Dios Te Salve, María,
Llena De Gracia, El Señor Es Contigo.
 Bendita Eres Entre Todas Las Mujeres
 Y Bendito Es El Fruto De Tu Vientre, Jesús.
Santa María, Madre De Dios,
 Ruega Por Nosotros Pecadores
Ahora Y En La Hora De Nuestra Muerte.
 Amén.

Riosalado - ElServer riosalado@amdgvm.com.ar

14 jun. 2018 11:18
para Riosalado





14 de junio
San Juan Francisco Regis
http://media.evangelizo.org/images/santibeati/F/San_Francesco_Regis_Clet_Martire_in_Cina/San_Francesco_Regis_Clet_A.jpg
predicador misionero
Año 1640

Cuando un sacerdote o un apóstol muere
desgastado de tanto trabajar por extender el reino de Dios,
ese día la Iglesia ha conseguido un gran triunfo para la eternidad.
(San Juan Bosco)



El Papa Pío XII llegó a exclamar: "Un predicador que merece muy bien ser llamado Patrono de las misiones populares es San Francisco Regis".
Francisco nace en 1597 de familia acaudalada en Narbona, Francia y a los 19 años empieza a no sentirse a gusto en la vida mundana. Siente aversión por los placeres mundanales. Y súbitamente cae en la cuenta de que la santidad no será conseguida por él si sigue viviendo entre las gentes mundanas. Cerca de su ciudad había una abadía de monjes que lo estimaban, pero a él le atraía más la Compañía de Jesús, porque los Jesuitas se dedicaban más al apostolado entre el pueblo. Pidió ser admitido entre los jesuitas y en su noviciado demostraba tal fervor que uno de sus compañeros llegó a declarar: "Juan Francisco se humilla él mismo hasta el extremo, pero demuestra por los demás un aprecio admirable".
Siendo estudiante, el compañero de habitación lo acusó ante el superior diciéndole que Regis en vez de dormir lo suficiente pasaba muchas horas rezando en la capilla. El Padre Rector le respondió: "No le impidas sus devociones. No te opongas a sus comunicaciones con Dios. a mí me parece que este joven es un santo y que un día nuestra Comunidad celebrará una fiesta en su honor". Y esta respuesta resultó profética.
A los 33 años fue ordenado de sacerdote y al año siguiente lo destinaron a un trabajo que estaba muy de acuerdo con sus aspiraciones y con su fuerte constitución física: dedicarse a predicar misiones entre el pueblo. Y se dedicó a este trabajo con tal energía que sus compañeros exclamaban: "Juan Francisco hace el oficio de 5 misioneros". En 43 años de vida, 24 como religioso, diez como sacerdote y 9 como misionero popular, logró inmensos éxitos y tuvo el mismo calificativo en todos los sitios donde estuvo predicando: "el santo".
A diferencia del estilo muy elegante y rebuscado que se usaba entonces para predicar, el padre Juan Francisco se dedicó a predicar de manera extremadamente sencilla, con estilo directo, a veces hasta rayando en demasiado ordinariote, pero que iba directamente al alma y con una elocuencia y un fervor, que los pecadores no eran capaces de no conmoverse al escucharle. Sus sermones atraían a las multitudes formadas por católicos y herejes, gente buena y gente corrompida, pobres y ricos, sabios e ignorantes. Le encantaba predicar a los pobres, pero decía que con sus sermones había logrado convertir también a muchos ricos.
Los oyentes comentaban: "Este padre no dice solamente lo que sabe, sino que parece que lo que está diciendo lo estuviera viendo". Al escucharle se conmovían aun los corazones más indiferentes. Un predicador de fama fue a escucharle, y después decía a sus colegas: "El Padre Juan Francisco predica con extrema sencillez y convierte pecadores por millares y nosotros que predicamos con tanta elegancia, ¿a quién logramos convertir?".
Otro testigo afirmaba: "Lo que a mí me admira es que un hombre de tan pobre presencia, con su sotana llena de remiendos, diciendo lo que todos dicen, sin adornos en su lenguaje, siendo a veces tan duro en su hablar, tiene tan grande inspiración divina que uno no es capaz de escucharle y seguir en paz con sus pecados".
Algunos doctores se dirigieron al superior de los jesuitas diciéndole que el Padre Regis predicaba muy burdamente. Que un modo de predicar así era un deshonrar la altísima dignidad de predicador. Entonces el superior provincial se fue con su secretario a escuchar un sermón del santo, mezclados entre el pueblo. El superior quedó tan profundamente impresionado por su predicación, que les dijo a los acusadores: "Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre".
Un párroco afirmaba: "En mi parroquia, después de una misión predicada por el Padre Juan Francisco, mis parroquianos cambiaron de tal manera, que a mí me parecía que eran otras personas".
El Sr. Obispo lo envió a misionar a una región que durante 40 años había sido invadida por los calvinistas, y en la cual la corrupción de costumbres era espantosa y el anticatolicismo era tan feroz que el mismo Sr. Obispo no podía nunca aparecer por allí. Y el poder de convicción del Padre Regis fue tan arrollador que las conversiones se obraron por montones. Una de las más terribles calvinistas, al oír que el santo sacerdote le preguntaba: "¿Y Ud. cuándo es que se va a convertir?", sintió una fuerza de la gracia de Dios tan avasalladora, que le respondió: "Pues, ¡me quiero convertir ahora mismo!", y en verdad que dejó su mala vida pasada y empezó a vivir como una buena católica.
Como con sus predicaciones acababa con muchos vicios, aquellos que vieron afectados con esto sus malos negocios, lo acusaron con calumnias ante el Sr. Obispo y hasta en Roma. El padre sufrió mucho con esto, pero afortunadamente Dios hizo que el secretario del obispo se diera cuenta de las mentiras que le estaban inventando y le defendió ante Monseñor, el cual escribió a Roma, hablando muy bien del gran misionero.
Mientras tanto el santo seguía misionando por las regiones más apartadas y de más difícil acceso. Y las multitudes lo seguían. Los campesinos se encontraban y el saludo que se daban era: "Vamos a escuchar al santo". Y en las ciudades, los templos se llenaban hasta más no poder, y los feligreses repetían: - Vayamos a oír al santo.
A muchísimas mujeres las sacó de la vida corrompida y las encaminó hacia una vida virtuosa. Los vicios que convirtió fueron incontables.
A las tres de la madrugada estaba levantado. Pasaba la mañana confesando y predicando y la tarde consiguiendo ayuda para los pobres. Muchas veces se olvidaba de comer.
A dos ciegos les hizo recobrar la vista. Con la imposición de las manos curó a muchos enfermos. Su despensa daba y daba a los pobres y no se agotaba y el milagro más grande que conseguía era convertir a los pecadores de su mala vida.
Se fue a predicar una misión a una región terriblemente fría y apartada. Por el camino lo sorprendió una tempestad de nieve que le impidió continuar el viaje y tuvo que pasar la noche en medio de terrible ventarrón y en plena nieve. Y le sobrevino una pulmonía. Sin embargo así de enfermo pronunció tres sermones el primer día de la misión y dos el segundo día. Toda la mañana de este día la pasó confesando. En ayunas celebró la misa a las dos de la tarde, y cuando se dirigió a su confesionario para seguir su labor heroica, cayó desmayado.
Lo llevaron a la casa cural y poco antes de morir exclamó: "Veo a Nuestro Señor y a su Santísima Madre que preparan un sitio en el cielo para mí". Y luego exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", y murió. Era el año 1640.
Al visitar el sepulcro de San Juan Francisco Regis, se propuso después el joven San Juan Vianey, ser sacerdote, costara lo que costara. Es que los ejemplos de su vida son admirables.