martes, 15 de mayo de 2018

San Isidro Labrador: Patrón de los agricultores.- Oremos juntos.

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15 Mayo 2018
San Isidro Labrador





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La vida de Isidro nuevamente pone sobre el tapete una indiscutible realidad:
para ser santo basta con amar en todo momento. No hay más. Cualquier otro
afán que no esté regido por ello se deslinda de ese camino. Lo que viene
llamando la atención en él desde hace siglos fue que, siendo tan escasa su
notoriedad, inmediatamente después de morir fue aclamado por las gentes que
habían visto en su conducta cotidiana los rasgos de la santidad.
Posteriormente, con visos de rigor o movidos por antiguos criterios
hagiográficos tendentes a magnificar retazos de su acontecer, se han ido
sumando páginas ensalzando virtudes que hicieron de Isidro uno de los
personajes históricos más queridos de Madrid, ciudad de la que es patrón. De
su memoria ha quedado fehaciente constancia en la arquitectura y en la
pintura, entre otras artes. En muchos rincones de la capital de España hay
vestigios del fervor que suscita. Simplemente esto da que pensar. No se
tributan a cualquiera tantos honores.
Juan Diácono sintetizó su existencia en seis páginas en su Vita Sancti
Isidoro, redactada en el siglo XIII. Nació Isidro de Merlo y Quintana en
Madrid a finales del siglo XI, puede que hacia 1082, en una humilde casa
cercana a la iglesia de San Andrés. Sus padres eran cristianos mozárabes
fieles a la fe que le inculcaron. Entonces Madrid era una modesta Villa que
al ser conquistada por los almorávides obligó a muchos a huir. Uno de ellos
fue Isidro, cuyo primer oficio había sido el de pocero. Al llegar a la
localidad madrileña de Torrelaguna comenzó a ganarse la vida como labrador.
Era un hombre humilde y sencillo, de gran corazón, que enamoró a María
Toribia, con la que se desposó. Ella, también canonizada, es conocida con el
nombre de santa María de la Cabeza. Después de pasar por Caraquiz y
Talamanca, la pareja se asentó en Madrid. Isidro retornó al campo si bien no
poseía tierras que cultivar, sino que estaba al servicio de Juan de Vargas
al que conoció en Talamanca. Juan era una especie de terrateniente, dueño de
hectáreas extendidas por las riberas del Manzanares así como por barrios y
aledaños de la ciudad, como los Carabancheles Alto y Bajo, Getafe, Jarama...
En casa de Vargas nacería Illán, hijo de Isidro y de María, y en ella fue
objeto de uno de los numerosos milagros que se atribuyen al santo ya que la
familia había establecido su morada en ese palacio. El niño era muy pequeño
cuando en un descuido se cayó al pozo, con la natural conmoción de su madre.
Conocedor del hecho su padre, al regresar de su trabajo suplicó a la Virgen
de la Almudena su mediación. Entonces el agua subió llegando casi a rebasar
el borde del pozo lo cual le permitió extraer a Illán sin rasguño alguno.
Isidro era especialmente devoto de la Eucaristía y de la Virgen. No fue
hombre versado. No conoció más paisajes que las pocas localidades que
recorrió y la majestuosidad de una naturaleza que le hablaba de Dios. Así se
doctoró humana y espiritualmente. La paciencia, el tesón, la generosidad, la
constancia, la esperanza, la belleza..., todas las virtudes brotaban en su
entorno enhebradas de silencios, rotos únicamente por la inigualable
sinfonía que le acompañaba: el murmullo del agua, el trinar de las aves o el
susurro del viento. Todo era imagen de Dios. Y María acunándole desde su
trono en la Almudena y en Atocha. Su camino hacia la santidad lo efectuó
desde el anonimato y la sencillez de una vida colmada del amor a Dios,
rubricada por la honestidad en cada uno de sus actos: responsabilidad en el
hogar y en el trabajo, abnegación con todos... Un sentimiento hondo de
gratitud y paz en medio de la humilde tarea que llenaba muchas de sus horas:
uncir los bueyes, cuidado de los animales, poda de rastrojos, vendimia,
siembra, cosecha, etc. Su conducta quedaba realzada en medio de una sociedad
dada a vivir con largueza, sumida en ciertas costumbres alejadas del
Evangelio. Digamos que los gestos del santo denunciaban vicios que dominaban
a la clase civil y a la eclesiástica. El pueblo llano siempre ha sabido
distinguir de forma natural la grandeza de una vida que se derrama sin
estridencias, pero que está ahí, haciendo germinar en derredor multitud de
bendiciones, marcando la brújula de la verdad divina.
Gregorio XV dijo de él: «nunca salió para su trabajo sin antes oír, muy de
madrugada, la Santa Misa y encomendarse a Dios y a su Madre Santísima».
Todos se percataban de su piedad, bondad y caridad con los pobres. Su fe era
tanta que alguna vez, según narra la tradición popular, los ángeles
acudieron a reemplazarle en su tarea, arando las tierras para que pudiera
asistir tranquilo a misa sin faltar a su trabajo. El hecho, que forma parte
de su proceso de canonización, fue contemplado por un atónito Juan de Vargas
que acudió a comprobar su rendimiento laboral ante alguna denuncia que debió
llegar a sus oídos en contra de Isidro. Este milagro ha sido recogido por la
iconografía; es, por ello, uno de los más conocidos que se le atribuyen al
santo, en cuya causa se contabilizaron más de cuatrocientos. Otros prodigios
los compartió con su santa esposa, como cruzar el río Jarama sobre una
mantilla. Murió en Madrid el 15 de mayo de 1130. Fue sepultado en el
cementerio de San Andrés, de cuya parroquia era diácono Juan, redactor de su
vida. A través de una revelación divina en 1212 se descubrieron sus restos,
constatándose que su cuerpo estaba incorrupto. Desde entonces se le
considera patrón de Madrid. Pablo V lo beatificó el 14 de junio de 1619. Y
Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622, pero al fallecer éste, hubo
que esperar al 4 de junio de 1724 fecha en la que Benedicto XIII expidió la
bula de canonización. Aquél gran día de 1622 en la gloria de Bernini se
encumbraba a los altares a un humilde campesino junto a estas grandes
figuras de la Iglesia: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús
y Felipe Neri. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII declaró a Isidro patrón
de los agricultores y campesinos españoles.


  Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Isidro
Labrador para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti,
concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro,
para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la
gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que con el
Espíritu Santo, es Dios .Por los siglos de los siglos.Amén.

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