viernes, 5 de enero de 2018

Fiesta de los Santos Inocentes: Dios hace fracasar los planes de los malvados (S. Biblia).- Oremos juntos.


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28 de Diciembre
Los Santos Inocentes
Dios hace fracasar los planes de los malvados (S. Biblia).



Hoy celebramos la fiesta de los Niños Inocentes que mandó matar el cruel
Herodes.
Nos cuenta el evangelio de San Mateo que unos Magos llegaron a Jerusalén
preguntando dónde había nacido el futuro rey de Israel, pues habían visto
aparecer su estrella en el oriente, y recordaban la profecía del Antiguo
Testamento que decía: "Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que
ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" (Números 24,
17) y por eso se habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién
nacido.
Dice San Mateo que Herodes se asustó mucho con esta noticia y la ciudad de
Jerusalén se conmovió ante el anuncio tan importante de que ahora sí había
nacido el rey que iba a gobernar el mundo entero. Herodes era tan
terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el
puesto de gobernante del país que había asesinado a dos de sus esposas y
asesinó también a varios de sus hijos, porque tenía temor de que pudieran
tratar de reemplazarlo por otro. Llevaba muchos años gobernando de la manera
más cruel y feroz, y estaba resuelto a mandar matar a todo el que
pretendiera ser rey de Israel. Por eso la noticia de que acababa de nacer un
niñito que iba a ser rey poderosísimo, lo llenó de temor y dispuso tomar
medidas para precaverse.
Herodes mandó llamar a los especialistas en Biblia (a los Sumos Sacerdotes y
a los escribas) y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer el rey de
Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: "Tiene que
ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú,
Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el
jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1).


Entonces Herodes se propuso averiguar bien exactamente dónde estaba el niño,
para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo todo lo
contrario, les dijo a los Magos: - "Vayan y se informan bien acerca de ese
niño, y cuando lo encuentren vienen y me informan, para ir yo también a
adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les
apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al
Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le
ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.
Y sucedió que en sueños recibieron un aviso de Dios de que no volvieran a
Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes
se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el
extremo.
Entonces rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y mandó a sus
soldados a que mataran a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad
y sus alrededores. Ya podemos imaginar la terribilísima angustia para los
papás de los niños al ver que a sus casas llegaban los herodianos y ante sus
ojos asesinaban a su hijo tan querido. Con razón el emperador César Augusto
decía con burla que ante Herodes era más peligroso ser Hijo (Huios) que
cerdo (Hus), porque a los hijos los mataba sin compasión, en cambio a los
cerdos no, porque entre los judíos esta prohibido comer carne de ese animal.
San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta
Jeremías: "Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa
de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no
existen" (Jer. 31, 15).
Como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que un ángel vino la noche
anterior y avisó a José para que saliera huyendo hacia Egipto, y así cuando
llegaron los asesinos, ya no pudieron encontrar al niño que buscaban para
matar.
Y aquellos niños inocentes, volaron al cielo a recibir el premio de las
almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para
ellos bendiciones. Y que rueguen también por nosotros, pobres y manchados
que no somos nada inocentes sino muy necesitados del perdón de Dios.

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