miércoles, 25 de octubre de 2017

San Pablo de la Cruz; Meditamos sobre la Pasión y Muerte del Señor?.- Oremos juntos


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Archivos adjuntos19 oct. (hace 6 días)
para Riosalado
19 de Octubre
San Pablo de la Cruz
Fundador
Año 1775

San Pablo de la Cruz es el fundador de los Padres Pasionistas, nació en
Génova (Italia) en 1684.
Cuando era niño, cada vez que le llegaba algún sufrimiento especial, la mamá
le mostraba un crucifijo y le recordaba que Jesús ofreció sus sufrimientos
por nosotros, y que también nosotros debemos ofrecer por Él lo que sufrimos.
Así lo fue entusiasmando por la Pasión de Cristo.
Su padre le leía de vez en cuando el libro de vidas de Santos, y esto lo
animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente a
su hijo acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías.
Así lo libró de muchos males y peligros.
A los 15 años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús: "Si
no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán". En esa fecha hizo
una confesión general de toda su vida y desde aquel día empezó a dormir en
el duro suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la noche a rezar y a leer
libros piadosos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación
de jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser
mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después.
Se alistó en el ejército del Sumo Pontífice para defender la religión, pero
después de un año se dio cuenta que no tenía vocación para militar. Luego
rechazó unos negocios muy prometedores que le ofrecían y un matrimonio muy
brillante que se le presentaba. Se quedó por varios años en la casa de sus
padres dedicado a la oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia
los pobres.
En 1720 vio que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una
cruz blanca y el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o distintivo
que debería dar a sus religiosos. Después en una visión oyó a la Sma. Virgen
que le aconsejaba fundar una comunidad que se dedicara a amar y hacer amar
la Santísima Pasión de Jesucristo. Pablo presentó estos mensajes por escrito
al Sr. Obispo y a su director espiritual. Ambos, conociendo la vida heroica
de virtud y oración que el joven había llevado desde niño, reconocieron que
se trataba realmente de una vocación señalada por Dios. Y el Sr. Obispo le
dio a Pablo la sotana negra con el corazón blanco y la cruz sobre el pecho.
Pablo se retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva
comunidad, en una húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió todo
ese tiempo a pan y agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja. Esos
Reglamentos son los que han seguido siempre sus religiosos. Luego se dedicó
a ayudar a los sacerdotes a dar clases de catecismo, y a predicar misiones
populares con gran éxito.
Los primeros candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la
nueva Congregación, encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron.
Mientras tanto San Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los
pueblos predicando misiones y obteniendo muchas conversiones.


El Papa Benedicto XIV aprobó los Reglamento, pero suavizándolos un poco, y
entonces empezaron a llegar novicios, y pronto tuvo ya tres casas de
religiosos pasionistas.
En todas las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la
Pasión y Muerte de Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de
espinas en la cabeza. Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos
extendidos, el santo hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma
que conmovía aun a los más duros e indiferentes. A veces, cuando el público
no demostraba conversión, se azotaba violentamente delante de todos, por los
pecados del pueblo, de modo que hacía llorar hasta a los soldados y a los
bandoleros.
Un oficial que asistió a algunos de sus sermones decía: "Yo he estado en
muchas batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los
cañones. Pero cuando este padre predica me hace temblar de pies a cabeza".
Es que Dios le había dado la eficacia de la palabra y el Espíritu Santo le
concedía la gracia de conmover los corazones.
En los sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores
vivieran en paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era
compresivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a
cambiar de vida, y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo
buenos cristianos, y portándose bien.
Dios colmó a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas
personas les anunció cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a
innumerables enfermos. Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a
alguno para darle algún aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente.
Rechazaba toda muestra de veneración que quisieran darle, pero las gentes se
apretujaban junto a él y hasta le quitaban pedacitos de su sotana para
llevarlos como reliquias y recuerdos.
Con su hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones,
enseñando catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se
confesaban el uno con el otro y se corregían en todo lo necesario. Solamente
una vez tuvieron un pequeño disgusto y fue cuando un día Juan Bautista se
atrevió a decirle a Pablo que lo consideraba un hombre verdaderamente
virtuoso. El santo se disgustó y le prohibió hablarle por tres días. Al
tercer día Juan Bautista le pidió perdón de rodillas y siguieron siendo
buenos amigos como antes.
En 1771 fundó la comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a
amar y hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
En 1772 sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir
en paz. Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que
viviera unos años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años.
Su muerte ocurrió el 18 de octubre de 1775 cuando tenía ochenta años. Antes
de cien años (1867) fue declarado santo.
Que San Pablo de la Cruz nos obtenga del cielo la gracia de meditar con
frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y así amar mucho y siempre más a
nuestro amable Redentor.
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