martes, 17 de octubre de 2017

Memoria de la Santísima Virgen María del Rosario: la oración que nos pide Maria. Oremos juntos.

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7 de octubre


Nuestra Señora, la Virgen del Rosario

Memoria de la Santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la
ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana,
meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquella que estuvo
especialmente unida a la Encarnación, Pasión y Resurrección del Hijo de
Dios.
El Rosario es una serie de 150 avemarías repartidas en decenas; cada una de
las cuales comienza por un padrenuestro y termina con un gloria. Los fieles
honran durante el rosario a Cristo y a su Santísima Madre y meditan sobre
los quince principales misterios de la vida de ambos, de suerte que el
rosario es una especie de resumen del Evangelio, un recuerdo de la vida, los
sufrimientos y la glorificación del Señor y una síntesis de su obra
redentora. Si se sigue la propuesta del papa Juan Pablo II, se debe agregar
a estos quince los cinco «misterios de la luz», que añade al conjunto cinco
aspectos «sacramentales» (el bautismo de Jesús, las Bodas de Caná, la
proclamación del Reino, la Transfiguración y la institución de la
Eucaristía). El cristiano debería tener siempre presente esos misterios,
rendir a Dios un homenaje de amor perpetuo, alabarle por cuánto sufrió por
él, y regular su vida y moldear su alma con la meditación de los misterios
del rosario. Precisamente ese rezo es un método fácil y adaptable a toda
clase de personas, aun a las menos instruidas, y una excelente manera de
ejercitar los actos más sublimes de fe y contemplación. Todo el Evangelio
está contenido en el padrenuestro, la oración que el Señor nos enseñó, y
quienes lo han penetrado a fondo no pueden cansarse de repetirlo; en cuanto
al avemaría, toda ella está centrada en el misterio de la Encarnación y es
la oración más apropiada para honrar dicho misterio. Aunque en el avemaría
hablamos directamente a la Santísima Virgen e invocamos su intercesión, esa
oración es sobre todo una alabanza y una acción de gracias a su Hijo por la
infinita misericordia que nos mostró al encarnarse.

San Pío V ordenó en 1572 que se conmemorase anualmente a Nuestra Señora de
las Victorias para obtener la misericordia de Dios sobre su Iglesia, para
agradecerle sus innumerables beneficios y, en particular, para darle gracias
por haber salvado a la cristiandad del dominio de los turcos en la victoria
de Lepanto (1571). Aquel triunfo fue una especie de respuesta directa del
cielo a las oraciones y procesiones del rosario, organizadas por las
cofradías de Roma, en el momento en que se libraba la batalla. Un año más
tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el del Rosario y
determinó que se celebrase el primer domingo de octubre (día en que se había
ganado la batalla). El 5 de agosto de 1716, día de la fiesta de la
dedicación de Santa María la Mayor, los cristianos, mandados por el príncipe
Eugenio, infligieron otra importante derrota a los turcos en Peterwardein de
Hungría. Con ese motivo, el Papa Clemente XI extendió a toda la Iglesia de
Occidente la fiesta del Santo Rosario. Actualmente se celebra el 7 de
octubre, día en que se ganó la batalla de Lepanto; pero los dominicos siguen
celebrándola el primer domingo del mes.

Según la tradición dominicana, ratificada por muchos Pontífices, santo
Domingo fue quien dio al rosario su forma actual, cuando obedeció al pie de
la letra las instrucciones que le dio la Santísima Virgen en una visión. Es
posible que no exista ninguna tradición de este tipo que haya sido más
violentamente atacada ni más apasionadamente defendida. La verdad de aquel
suceso fue puesta en duda por primera vez hace dos siglos y, desde entonces,
la controversia se ha entablado una y otra vez. Ya se sabe que el uso de
objetos similares al rosario para ayudar a la memoria a llevar la cuenta es
muy antiguo y anterior a la época de santo Domingo. Por no citar más que un
ejemplo, los monjes de Oriente emplean una especie de rosario de cien
cuentas o perlas dispuestas de modo muy diferente al nuestro y que no tiene
nada que ver con el que nosotros rezamos. Por otra parte, está fuera de duda
que en el siglo XIII se acostumbraba ya en todo el Occidente repetir cierto
número de padrenuestros o avemarías (con frecuencia 150, que es el número de
los salmos) y llevar la cuenta por medio de sartas de cuentecillas. La
famosa Lady Godiva, de Coventry, que murió hacia 1075, legó a cierta estatua
de Nuestra Señora «el collar de piedras preciosas que había mandado ensartar
en un cordón para poder contar exactamente sus oraciones» (Guillermo de
Melmesbury) . Está prácticamente probado que dichos collares se usaban para
rezar padrenuestros; por ello, en el siglo XIII y durante toda la Edad
Media, se llamaban «paternosters», y se daba el nombre de «paternostreros» a
quienes los fabricaban. Un sabio obispo dominico, Tomás Esser, afirmaba que
la costumbre de meditar durante la recitación de las avemarías había sido
introducida por ciertos cartujos en el siglo XIV. Por otra parte, ninguna de
las historias del rosario anteriores al siglo XV hace mención de santo
Domingo y, durante los dos siglos siguientes, ni siquiera los dominicos
estaban de acuerdo en la manera de definir el papel desempeñado por el santo
fundador. Ninguna de sus biografías primitivas habla del rosario y los
primeros documentos de la orden, aun los que se refirieron a los métodos de
oración, tampoco lo mencionan. Además, la iconografía dominicana, desde los
frescos de Fra Angélico hasta la suntuosa tumba de Santo Domingo en Bolonia
(terminada en 1532), no ofrece vestigios del rosario.

En vista de los hechos que acabamos de enumerar, la opinión actual sobre el
origen del rosario es muy diferente de la que prevalecía en el siglo XVI.
Dom Luis Gougaud escribía en 1922 que «los diferentes elementos que componen
la devoción católica conocida ordinariamente con el nombre de rosario, son
el producto de un desarrollo gradual y prolongado, de una evolución que
comenzó antes de la época de santo Domingo, continuó sin que el santo
influyese en ella y tomó su forma definitiva varios siglos después de su
muerte». El P. Gettino, O.P., opina que santo Domingo puede considerarse
como el creador de la devoción del rosario, porque popularizó la práctica de
rezar una serie de avemarías, aunque no fijó su número ni determinó la
inserción de los padrenuestros. Por su parte, el P. Beda Jarret, O.P.,
afirma enfáticamente que el rosario inventado por santo Domingo no era,
propiamente hablando, «una devoción o fórmula de oración sino un método de
predicación». El P. Petitot, O.P. considera que la visión de la Virgen es un
símbolo y no un hecho histórico.


Pero, aunque tal vez haya que abandonar la idea de que santo Domingo inventó
y propagó la devoción del rosario, no por ello deja ésta de estar
íntimamente relacionada con los dominicos, ya que fueron ellos quienes le
dieron la forma que tiene actualmente y durante varios siglos la han
predicado en todo el mundo. Ello ha sido una fuente de bendiciones para
innumerables almas y ha producido una corriente incesante de oraciones que
se elevan a Dios. No hay cristiano, por simple e iletrado que sea, que no
pueda rezar el rosario. Y dicha devoción puede ser el vehículo de la más
alta contemplación y de la oración más sencilla. El rosario, que es una
oración privada, sólo cede en dignidad a los salmos y a la oración
litúrgica, la oración que la Iglesia, en cuanto tal, eleva a Dios
todopoderoso y a su enviado Jesucristo. Todo cristiano está familiarizado
con la idea de que, siendo el rosario una verdadera fuente de gracias, es
muy natural que la Iglesia le consagre una fiesta.


Acerca del origen de esta fiesta, véase Benedicto XIV, De festis, lib. II,
c. 12, n. 16; y Esser, Unseres Lieben Frauen Rosenkranz, p. 354. Los
argumentos que se oponen a la atribución de la institución del rosario a
santo Domingo pueden verse por extenso en Acta Sanctorum, agosto, vol. I,
pp. 422 ss; en The Month, oct. 1900 y abril 1901; el P. Thurston, autor de
dichos artículos, los resumió en Catholic Encyclopedia
<http://www.newadvent.org/cathen/13184b.htm>  (lamentablemente, no hay
vesión castellana de este artículo). Naturalmente no faltan autores que
reivindiquen para santo Domingo la gloria de haber inventado el rosario, por
ejemplo, P. W. Lescher, O.P., St Dominic and the Rosary (1902). Sobre el
rosario en los documentos de los últimos pontífices, pueden verse la
encíclica «Grata Recordatio»
<http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/encyclicals/documents/hf_j-xxi
ii_enc_26091959_grata-recordatio_sp.html
> , de Juan XXIII, la exhortación
apostólica «Marialis Cultus»
<http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p
-vi_exh_19740202_marialis-cultus_sp.html
> , de Pablo VI, o la carta
apostólica «Rosarium Virginis Mariae»
<http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_j
p-ii_apl_20021016_rosarium-virginis-mariae_sp.html
>  de Juan Pablo II, en la
que propone los cinco misterios de luz que mencionábamos más arriba.
Artículo del Butler-Guinea con modificaciones. En nuestro sitio hay un
Rosario en línea <http://www.eltestigofiel.org/oracion/caminos.php?idc=2>
con lecturas bíblicas e ilustrado con cuadros de grandes pintores.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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Su fiesta fue instituida por el Papa san Pío V el 7 de Octubre, aniversario
de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto
(1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario.
La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los
misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de
un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la
resurrección del Hijo de Dios.

Historia del Rosario
Desde el principio de la Iglesia, los cristianos rezan los salmos como lo
hacen los judíos.
Mas tarde, en muchos de los monasterios se rezan los 150 salmos cada día.
Los laicos devotos no podían rezar tanto pero querían según sus
posibilidades imitar a los monjes. Ya en el siglo IX había en Irlanda la
costumbre de hacer nudos en un cordel para contar, en vez de los salmos, las
Ave Marias. Los misioneros de Irlanda mas tarde propagaron la costumbre en
Europa y hubieron varios desarrollos con el tiempo.

Santo Domingo busca las ovejas perdidas
La Madre de Dios, en persona, le enseñó a Sto. Domingo a rezar el rosario en
el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma
poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
Domingo de Guzmán era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia
para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía
albingense. Esta enseña que existen dos dioses, uno del bien y otro del mal.
El bueno creó todo lo espiritual. El malo, todo lo material. Como
consecuencia, para los albingenses, todo lo material es malo. El cuerpo es
material; por tanto, el cuerpo es malo. Jesús tuvo un cuerpo, por
consiguiente, Jesús no es Dios.
También negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de
Dios. Se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y
creencias. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe, que
trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. También habían factores
políticos envueltos.
Domingo trabajó por años en medio de estos desventurados. Por medio de su
predicación, sus oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos.
Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a pasar trabajos, los
convertidos se daban por vencidos. Domingo dio inicio a una orden religiosa
para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille,
junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en
donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no
estaba logrando casi nada.

La Virgen acude en ayuda de Santo Domingo de Guzmán
La Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le
enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo,
prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes
gracias.
Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano.
Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito porque muchos albingenses
volvieron a la fe católica.
Lamentablemente la situación entre albingences y cristianos estaba además
vinculada con la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra.
Simón de Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de
Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron
con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret. De Montfort
consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y el resultado del
rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó la primera capilla a
Nuestra Señora del Rosario
.
Las promesas de la Virgen a los que recen el rosario
Un creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y,
con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de Predicadores
(mas conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban, enseñaban y los
frutos de conversión crecían. A medida que la orden crecía, se extendieron a
diferentes países como misioneros para la gloria de Dios y de la Virgen.
El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos.
Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la
Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que
se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros
logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo
referentes al rosario.

Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del
Beato Alano:


1. Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me
pida.
2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que
devotamente recen mi Rosario.
3. El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de
los pecados y abate las herejías.
4. El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la
misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del
mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y
eternas.
5. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
6. El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios,
no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se
convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso
será admitido a la vida eterna.
7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.
8. Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la
plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.
9. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.
10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
11. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
13. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos
tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la
corte celestial.
14. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi
Unigénito Jesús.
15. La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación
de gloria.


La Virgen del Rosario: ¡Vencedora de las batallas!
Europa y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción.
Sabemos, por las promesas de Jesucristo, que eso no puede ocurrir pero,
humanamente, no había solución para la amenaza del Islam. Los Musulmanes se
proponían hacer desaparecer, a punta de espada, el cristianismo. Ya habían
tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y
España. En esas extensas regiones el cristianismo era perseguido, y muchos
mártires derramaron su sangre, muchas diócesis desaparecieron completamente.
Después de 700 años de lucha por la reconquista, España y Portugal pudieron
librarse del dominio musulmán. Esa lucha comenzó a los pies de la Virgen de
Covadonga y culminó con la conquista de Granada, cuando los reyes católicos,
Fernando e Isabel, pudieron definitivamente expulsar a los moros de la
península en el 1492. ¡La importancia de esta victoria es incalculable ya
que en ese mismo año ocurre el descubrimiento de América y la fe se comienza
a propagar en el nuevo continente!

La batalla de Lepanto >>>
En la época del Papa Pío V (1566 - 1572), los musulmanes controlaban el Mar
Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes
católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro
inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. El 17 de
septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. Por fin en 1571 se
estableció una liga para la defensa de Europa. El 7 de octubre de 1571 se
encontraron las flotas cristianas y musulmanas en el Golfo de Corinto, cerca
de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de
los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de
Austria, entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se
jugaba el todo por el todo. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron
el santo rosario con devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas
de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos.
En Roma, el Papa se hallaba recitando el rosario en tanto se había logrado
la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los turcos
en el mar se había disuelto para siempre. El Papa salió de su capilla y,
guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la Santísima Virgen
había otorgado la victoria. Semanas más tarde llegó el mensaje de la
victoria de parte de Don Juan, quién. desde un principio, le atribuyó el
triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario.
Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra
Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el
título de "Auxilio de los Cristianos". Más adelante, el Papa Gregorio III
cambió la fiesta a la Nuestra Señora del Rosario.
Los turcos seguían siendo poderosos en tierra y, en el siglo siguiente,
invadieron a Europa desde el Este y, después de tomar enormes territorios,
sitiaron a Viena, capital de Austria. Una vez más, las tropas enemigas eran
muy superiores. Si conquistaban la ciudad toda Europa se hacía muy
vulnerable. El emperador puso su esperanza en Nuestra Señora del Rosario.
Hubo gran lucha y derramamiento de sangre y la ciudad parecía perdida. El
alivio llegó el día de la fiesta del Santo Nombre de María, 12 de
septiembre, de 1683, cuando el rey de Polonia, conduciendo un ejército de
rescate, derrotó a los turcos.

La batalla de Temesvar
El Príncipe Eugenio de Saboya derrotó en Temesvar (en la Rumania moderna) a
un ejército turco dos veces más grande que el suyo, el 5 de agosto de 1716,
que en aquel entonces era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves. El Papa
Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a Nuestra
Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta del Santo
Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.

Excelencia del Rosario
A lo largo de los siglos los Papas han fomentado la pía devoción del rezo
del rosario y le han otorgado indulgencias.
Dijo Nuestro Señor: "Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:20). El rosario en familia es algo
maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida
familiar. Es una oración al alcance de todos. Los Papas, especialmente los
más recientes, han hecho gran énfasis sobre la importancia del rosario en
familia.
El Papa dominico, San Pío V (1566 - 1572) dio el encargo a su congregación
de propagar el santo rosario.  Muchos Papas han sido grandes devotos del
rosario y lo han propagado con profunda convicción y confianza.
Su Santidad León XIII escribió doce encíclicas referentes al rosario.
Insistió en el rezo del rosario en familia, consagró el mes de octubre al
rosario e insertó el título de "Reina del Santísimo Rosario" en la Letanía
de la Virgen. Por todo esto mereció el título de "El Papa del Rosario"
Todos los Papas del siglo XX han sido muy devotos del Santo Rosario.
Su Santidad Juan Pablo II nos insistió en el rezo del Santo Rosario. Recen
en familia, en grupos. Recen en privado. Inviten a todos a rezar. No tengan
miedo de compartir la fe. Nada más importante. El mundo está en crisis.
Nuestras fuerzas humanas no son suficientes. Hoy, como ayer el Islam
aprovechando la desacralización de Occidente, insiste en su objetivo de
destruir la fe cristiana. Objetivo que  se choca con las palabras del
Señor... estaré con vosostros hasta la consumación de los siglos... La
victoria vendrá una vez más por la Virgen María. Es la victoria de su Hijo,
el Señor Rey del Universo: Jesucristo. La barca de la Iglesia no naufrgará,
es de fe... pero el problema es según palabras de San Pio X, los que vamos
arriba de Ella.
Un gran apóstol del rosario en familia es el Padre Patrick Peyton, quién
llevó a cabo los primeros planes para que se hiciera una cruzada a nivel
mundial del rosario en familia en el Holy Cross College, Washington D.C., en
enero de 1942. Hizo esta cruzada en acción de gracias a María Santísima por
la restauración de su salud. De una forma maravillosa la cruzada se propagó
por todo el mundo con el lema: "La familia que reza unida, permanece unida".

Recomendado por la Virgen en diversas apariciones
A la Virgen María le encanta el rosario. Es la oración de los sencillos y de
los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos; se puede rezar en
cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a la Santísima
Virgen de un modo especial. La Virgen llevaba un rosario en la mano cuando
se le apareció a Bernardita en Lourdes. Cuando se les apareció a los tres
pastorcitos en Fátima, también tenía un rosario. Fue en Fátima donde ella
misma se identificó con el título de "La Señora del Rosario".

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