jueves, 20 de septiembre de 2018

San Nicolás de Tolentino: Obra santa y piadosa es orar por los difunto para que descansen de sus penas (2 Macab.).- Oremos juntos


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Archivos adjuntosmar., 11 sept. 11:01 (hace 9 días)
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10 de Septiembre
San Nicolás de Tolentino
Año 1305
Obra santa y piadosa es orar por los difuntos,
para que descansen de sus penas (2 Macab.)



El nombre Nicolás significa: "Victorioso con el pueblo" (Nico = victorioso.
Laos = pueblo).
El sobrenombre Tolentino le vino de la ciudad italiana donde trabajó y
murió.
Sus papás después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y para
conseguir del cielo la gracia de que les llegara algún heredero, hicieron
una peregrinación al santuario de San Nicolás de Bari. Al año siguiente
nació este niño y en agradecimiento al santo que les había conseguido el
regalo del cielo, le pusieron por nombre Nicolás.
Ya desde muy pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a
orar. Cuando ya era joven, un día entró a un templo y allí estaba predicado
un famoso fraile agustino, el Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas
palabras de San Juan: "No amen demasiado el mundo ni las cosas del mundo.
Todo lo que es del mundo pasará". Estas palabras lo conmovieron y se propuso
hacerse religioso. Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del
Padre Reginaldo hizo su noviciado en esa comunidad.
Ya religioso lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el seminario
lo encargaron de repartir limosna a los pobres en la puerta del convento. Y
era tan exagerado en repartir que fue acusado ante sus superiores. Pero
antes de que le llegara la orden de destitución de ese oficio, sucedió que
impuso sus manos sobre la cabeza de un niño que estaba gravemente enfermo
diciéndole: "Dios te sanará", y el niño quedó instantáneamente curado. Desde
entonces los superiores empezaron a pesar que sería de este joven religioso
en el futuro.
Ordenado de sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos
sobre la cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas palabras que había
dicho al niño, y la mujer recobró la vista inmediatamente.
Fue a visitar un convento de su comunidad y le pareció muy hermoso y muy
confortable y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero al llegar a la capilla
oyó una voz que le decía: "A Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás".
Comunicó esta noticia a sus superiores, y a esa ciudad lo mandaron.
Al llegar a Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada
moralmente por una especie de guerra civil entre dos partidos políticos, lo
güelfos y los gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se propuso dedicarse a
predicar como recomienda San Pablo. Oportuna e inoportunamente". Y a los que
no iban al templo, les predicaba en las calles.
A Nicolás no le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni
atraerse los aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba era
entusiasmarlos por Dios y obtener que cesara las rivalidades y que reinara
la paz. El Arzobispo San Antonino, al oírlo exclamó: "Este sacerdote habla
como quien trae mensajes del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero
los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el
corazón y parecen quedar escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes
suspiran emocionados y se arrepienten de su mala ida pasada".
Los que no deseaban dejar su antigua vida de pecado hacían todo lo posible
por no escuchar a este predicador que les traía remordimientos de
conciencia.
Uno de esos señores se propuso irse a la puerta del templo con un grupo de
sus amigos a boicotearle con sus gritos y desórdenes un sermón al Padre
Nicolás. Este siguió predicando como si nada especial estuviera sucediendo.
Y de un momento a otro el jefe del desorden hizo una señal a sus seguidores
y entró con ellos al templo y empezó a rezar llorando, de rodillas, muy
arrepentido. Dios le había cambiado el corazón. La conversión de este
antiguo escandaloso produjo una gran impresión en la ciudad, y pronto ya San
Nicolás empezó a tener que pasar horas y horas en el confesionario,
absolviendo a los que se arrepentían al escuchar sus sermones.
Nuestro santo recorría los barrios más pobres de la ciudad consolando a los
afligidos, llevando los sacramentos a los moribundos, tratando de convertir
a los pecadores, y llevando la paz a los hogares desunidos.
En las indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo juramento
que su esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que empezó a oír al
Padre Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros
testigos confirmaron tres milagros obrados por el santo, el cual cuando
conseguía una curación maravillosa les decía: "No digan nada a nadie". "Den
gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre
pecador".
Murió el 10 de septiembre de 1305, y cuarenta años después de su muerte fue
encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión le quitaron los brazos y de
la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios,
ha salido periódicamente mucha sangre. Esto ha hecho más popular a nuestro
santo.
San Nicolás de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas del
purgatorio le suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde
entonces se dedicó a ofrecer muchas santas misas por el descanso de las
benditas almas. Quizás a nosotros nos quieran pedir también ese mismo favor
las almas de los difuntos.
¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás
de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu
poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la
divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que
saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo
de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh
gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas
almas queridas.

Amén.

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