martes, 17 de julio de 2018

Ntra.Sra. Del Carmelo: nos enseña A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida.- Oremos juntos.

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Archivos adjuntoslun., 16 jul. 14:42 (hace 20 horas)
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16 de julio
Nuestra Señora del Carmen
 Monte Carmelo


El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de
Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de
Haifa. 
Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en
Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén. 
Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos (es decir de
las manifestaciones de Dios), que las convierten en cumbres sagradas y
místicas. Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo. ¿Por qué San
Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de la ascensión mística? Seguramente
se le sugirió el nombre de su propia Orden Carmelitana. Pero sin duda había
alguna intención más profunda que la hacía simpatizar con el misterio de la
sagrada montaña del profeta Elías. 
Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y
Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la
búsqueda de Dios. En el período de los Cruzados surgió entre los cristianos
el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al Señor. Así
surgió en el Carmelo la vida carmelita. El convento del Monte Carmelo tiene
un nombre evocador: "Stella Maris" (Estrella del Mar). Es un hermoso
edificio cuadrangular a 500 metros de altura sobre el nivel del Mar
Mediterráno en la ciudad de Haifa. 
El centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el
altar mayor de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua de
la Virgen del Carmen, obra de un escultor italiano en 1836. 
Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición, éste
era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al celoso
defensor de la religión de Yahwéh. 
Nos cuentan los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia
católica sobre esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los
Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los
ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212. Se cuenta que
el carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del
escapulario carmelita. 
También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luis de
Francia en el año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un
naufragio. 
Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecusión
árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Después de una larga
interrupción de la vida monacal en la montaña que dio ocasión para la
expansión del ideal carmelitano por el Occidente, regresaron los religiosos
del Carmen al Monte Carmelo por el siglo XVII.
 La estrella del Mar
Los marineros antes de la edad de la electrónica confiaban su rumbo a las
estrellas. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del
mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que
es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a
abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de
partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella
prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían
también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto
al mar
 Los Carmelitas y la Virgen del Carmen 
se difunden por Europa
La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir la
que desde tiempos remotos allí se le venera. Ella acompañó a los Carmelitas
a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les
conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el
cumplimiento del ideal de Elías. Llegaron incluso a llamárseles: "Los
hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se
consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un
recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
 El Escapulario Carmelita


Los signos en la vida humana y cristiana 
Vivimos en un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo: el rayo
de luz, la llama de fuego, el agua que brota... En la vida de cada día
existe también gestos que expresan y simbolizan valores más profundos: como
el compartir la comida (signo de amistad), el ponerse en fila para una
manifestación (signo de solidariedad), el estar todos en pie (respeto). 
Como hombres tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a
entender y vivir. 
Como cristianos tenemos a Jesús, el gran don y al mismo tiempo signo eterno
del amor del Padre. El estableció la Iglesia, ella misma como signo e
instrumento de su amor. E incluso utilizó pan, vino, agua para remontarnos a
realidades superiores que no vemos ni tocamos: constituyó signos capaces
para dárnoslas verdaderamente, es decir los Sacramentos. 
En la celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan,
imposición de las manos, anillos) expresan y operan una comunicación con
Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y cotidianas. 
Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos, ligados
a un acontecimiento, a una tradición, a una persona. 

UNO DE ESTOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.
Origen del Escapulario 
En el Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Ordenes religiosas
fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un
laicado asociado a ellas mediante las Confraternidades. 
Las Ordenes religiosas trataron de dar a los laicos un signo de afiliación y
de participación en su espíritu y apostolado. Este signo estaba constituido
por una parte significativa del hábito: capa, cordón, escapulario. 
Entre los Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida, como
expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana. 
Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado por
la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del amor
de María por nosotros y como expresión de confianza filial por parte nuestra
en Ella, cuya vida queremos imitar. 
El "Escapulario" en su origen era un delantal que los monjes vestían sobre
el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el
significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, como los
verdaderos seguidores de Jesús. En algunas Órdenes religiosas, como el
Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como
siervos de Cristo y de Maria.
El Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María,
Madre del Señor, expresando la confianza en su materna protección y el deseo
de seguir su ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha
transformado en un signo Mariano por excelencia.


El Escapulario, signo mariano 
El Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden Carmelita,
donde representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo
perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen
lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.
La Virgen nos enseña 
*A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos
de la vida; 
*A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo
después en práctica las exigencias de esta voz; 
*A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos; 
*A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus
necesidades.
El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en una gran
comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están
presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos. 
Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad
íntima con Dios a través de la oraciòn 
Pone delante el ejemplo de los santos y santas del Carmelo con quienes se
establece una relación familiar de hermanos y hermanas. 
Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión
de María y su protección.
En síntesis y en concreto el escapulario del Carmen 
NO ES 
*Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto) 
*Ni una garantía automática de salvación 
*Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al
revés! 
ES 
Un signo "fuerte" aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que
representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María: 
* abiertos a Dios y a su voluntad 
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor 
* cercanos al prójimo necesitado 
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las
circunstancias 
* un signo que introduce en la familia del Carmelo 
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida
eterna bajo la protección de María Santísima.
Normas prácticas 
* El Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u
otro sacerdote autorizado. 
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la
imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta
medalla se bendice cuando se cambia. 
* El Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a las
exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una especial
devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano de al menos
tres Ave Marías).
Imposición del escapulario: fórmula 
Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre
de Jesús, que te comprometes a imitare. 
Este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al
servicio del prójimo y a la imitación de María. 
Llévalo como signo de su protección y como signo de tu pertenencia a la
familia del Carmelo. Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a
comprometerte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda al
plan de fraternidad, justicia y paz de Cristo.  

SÚPLICAS PARA TIEMPOS DIFÍCILES
Tengo mil dificultades: ayúdame.
De los enemigos del alma: sálvame.
En los desaciertos: iluminarme.
En mis dudas y penas: confórmate.
En mis soledades: acompáñame.
En mis enfermedades: fortalecerme.
Cuando me desprecien: anímate.
En las tentaciones: defiéndete.
En las horas difíciles: consuélate.
Con tu corazón Maternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégete.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Amén.
Rezar tres veces el Ave María.


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