miércoles, 30 de diciembre de 2009

PRIMERA PREDICACIÓN DE CUARESMA DEL PADRE CANTALAMESSA

4. Pascua, paso de la vejez a la juventud

Intentemos ahora señalar algunas consecuencias prácticas que esta visión bíblica del papel del Espíritu Santo puede tener para nuestra teología y para nuestra vida espiritual. En cuanto a las aplicaciones teológicas recuerdo sólo una: la participación de los cristianos en el empeño por el respeto y la salvaguardia de la creación. Para el creyente cristiano el ecologismo no es sólo una necesidad práctica de supervivencia o un problema solo político y económico, tiene un fundamento teológico. ¡La creación es obra del Espíritu Santo!

Pablo nos habló de una creación que "gime y sufre con dolores de parto". A este llanto de parto, hoy se mezcla un llanto de agonía y muerte. La naturaleza está sometida, una vez más "sin su voluntad", a una vanidad y corrupción, diversas de aquellas de orden espiritual que Pablo entendía, sino derivadas de la misma fuente que es el pecado y el egoísmo del hombre".

El texto paulino que estamos meditando podría inspirar más de una consideración sobre el problema de la ecología: ¿nosotros que hemos recibido las primicias del Espíritu estamos apresurando "la plena liberación del cosmos y su participación en la gloria de los hijos de Dios", o la estamos retrasando, como todos los demás?

Pero pasemos a la explicación más personal. Decimos que el hombre es un microcosmos; a él, por tanto, como individuo se aplica todo lo que hemos dicho en general del cosmos. El Espíritu Santo es aquel que hace pasar a cada uno de nosotros del caos al cosmos: del desorden, de la confusión y de la dispersión, al orden, la unidad y la belleza. Esa belleza que consiste en ser conformes a la voluntad de Dios y a la imagen de Cristo, pasando del hombre viejo al hombre nuevo.

Con una referencia veladamente autobiográfica, el Apóstol escribía a los Corintios: "Si también nuestro hombre exterior se va deshaciendo, el interior se renueva día a día" (2 Corintios 4,16). La evolución del espíritu no tiene lugar paralelamente a la del cuerpo, sino en sentido contrario.

En estos últimos días, a través de los tres Oscars que ha recibido y de la celebridad del protagonista, se ha hablado mucho de una película titulada "El curioso caso de Benjamin Button", tomado de un relato del escritor Francis Scott Key Fitzgerald. Es la historia de un hombre que nace viejo, con los rasgos monstruosos de un ochentón, y creciendo, rejuvenece hasta morir como un verdadero niño. La historia es naturalmente paradójica, pero puede tener una aplicación verdadera si se transfiere al plano espiritual. Nosotros nacemos como "hombres viejos" y debemos convertirnos en "hombres nuevos". ¡Toda la vida, no sólo la adolescencia, es una "edad evolutiva"!

¡Según el Evangelio, niños no se nace sino se llega a ser! Un Padre de la Iglesia, san Máximo de Turín, define la Pascua como un paso "de los pecados a la santidad, de los vicios a la virtud, de la vejez a la juventud, una juventud que se entiende no en edad, sino en sencillez. Éramos de hecho decadentes por la vejez de los pecados, pero por la resurrección de Cristo hemos sido renovados en la inocencia de los niños" [15].

La Cuaresma es el tiempo ideal para aplicarse a este rejuvenecimiento. Un prefacio de este tiempo dice: "Tu has establecido para tus hijos un tiempo de renovación espiritual, para que se conviertan a ti con todo el corazón, y libres de los fermentos del pecado vivan las vicisitudes de este mundo, orientados siempre hacia los bienes eternos". Una oración, que se remonta al Sacramentario Gelasiano del siglo VII y que aún se usa en la vigilia pascual, proclama solemnemente: "Que todo el mundo vea y reconozca que lo que está destruido se reconstruye, lo que está envejecido se renueva, y todo vuelve a su integridad, por medio de Cristo que es el principio de todas las cosas".

El Espíritu Santo es el alma de esta renovación y de este rejuvenecimiento. Comencemos nuestras jornadas diciendo, con el primer verso del himno en su honor: "Veni, creator Spiritus": Ven Espíritu creador, renueva en mi vida el prodigio de la primera creación, aletea sobre el vacío, las tinieblas y el caos de mi corazón, y guíame hacia la realización plena del "diseño inteligente" de Dios sobre mi vida.

[1] Cf. San Agustín, Exposición sobre la Carta a los Romanos, 45 (PL 35, 2074 s.).

[2] A. Giglioli, L'uomo o il creato? Ktisis in S. Paolo, Edizioni Dehoniane, Bologna 1994.

[3] H. Schlier, La lettera ai Romani, Paideia, Brescia 1982, p. 429.

[4] Virgilio, Eneida, I, 462.

[5] Cf. S. Ireneo, Adv. haer. V, 1,2; V,3,3.

[6] Cf. C. F. Mooney, Teilhard de Chardin et le mystère du Christ, Aubier, Paris 1966.

[7] M. Blondel et A. Valensin, Correspondance, Aubier, Parigi 1965.

[8] Gaudium et Spes, 26.

[9] Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, IV, 20, n. 3570.

[10] S. Basilio, Sobre el Espíritu Santo, XVI, 38 (PG 32, 136).

[11] S. Ambrosio, Sobre el Espíritu Santo, II, 32.

[12] Così G. von Rad, in Genesi. Traduzione e commento di G. von Rad, Paideia, Brescia 1978, pp. 56-57; da notare, tuttavia, che in Enuma Elish il vento appare come un alleato del dio creatore, non un elemento ostile che gli si oppone: cf. R. J. Clifford-R. E. Murphy, in The New Jerome Biblical Commentary, 1990, p. 8-9.

[13] Así sucede en la "Biblia de Jerusalén": cf. note a Gen 1,2 e Mt 3,16 e in The New Jerome Biblical Commentary, Prentice Hall 1990, pp. 10 e 638.

[14] S. Basilio, Exameron, II, 6 (SCh 26, p. 168); Lutero, Sobre el Génesis (WA 42, p. 8)..

[15] S. Máximo de Turín, Sermo de sancta Pascha, 54,1 (CC 23, p. 218).

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