sábado, 11 de abril de 2009

Presentación de la Virgen María en el Templo


21 de Noviembre

La Virgen es presentada en el Templo de Jerusalén por sus padres Joaquín y Ana.

De la Liturgia de las Horas: En este día, en que se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la "dedicación" que María hizo de sí misma a Dios, ya desde su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada.

Según la tradición, sus padres llevaron a la Virgen María al Templo a la edad de tres años para que formase parte de las doncellas que allí eran consagradas a Dios e instruidas en la piedad.

Como Fiesta Litúrgica, ya se celebraba en el siglo VI en el Oriente. En el 1372, el Papa Gregorio XI, informado por el canciller de la corte de Chipre sobre la gran celebración que en Grecia se hacía para esta fiesta el 21 de noviembre, la introdujo en Aviñón. Sixto V promulgó la fiesta para la Iglesia universal.


De los sermones de san Agustín, obispo: Dio fe al mensaje divino y concibió por su fe

Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo, el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida para que ella naciera entre los hombres el que había de ser nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en ella?

Ciertamente, cumplió santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.

Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el vientre que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que lleva en el seno.

María fue santa, María fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.

Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre. Podemos entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos suyos.


Oremos



Himno (laudes)

Ésta era una niña
con aire de flor,
agua más que el río,
fuego más que el sol.


Vivía en el templo
del rey Salomón,
oyendo en los salmos
ecos de otra voz.


Quemaban su pecho,
Con celeste ardor,
Palabras magníficas,
Silencio de Dios:

«¡Oh Padre que habitas
en alto esplendor,
envía el rocío
del Hijo de Dios!


¡Ábrase la tierra:
brote el Salvador!
¡Lloved, rojas nubes,
al Dios de Jacob!


¡Floreced, collados!,
al Justo, al Señor,
lucero del alba,
flor de la creación!»


Y al solio del Padre
Subía su clamor,
Cual nube de incienso
Plegaria sin voz. Amén


Señor, Dios nuestro, al celebrar esta festividad de la Santísima Virgen María, te pedimos, por su intercesión, nos concedas también a nosotros participar de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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