Servicio
Bíblico Latinoamericano
Semana del 23 al 29 de
Julio del 2017 – Ciclo A
OBSERVACIONES
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Domingo
23 de julio de 2017
16º Ordinario
Brígida, fundadora (1373)
Sab 12,13.16-19: En el pecado, das lugar al
arrepentimiento
Salmo 85: Tú, Señor, eres bueno y clemente
Rom 8,26-27: El Espíritu intercede por nosotros
Mt 13,24-43: Déjenlos crecer juntos hasta la siega
Solemos
dividir y “organizar” la sociedad con criterios que consideramos muchas veces
correctos: buenos y malos deben estar separados y colocados en los extremos
opuestos. Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era aceptada por
muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos grupos religiosos (fariseos y
esenios), así como por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos
y zelotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban,
creían u opinaban como ellos.
Jesús llama a la apertura de mente y de corazón para acoger con
esperanza (no pasivamente, con indiferencia) a quienes nos parecen como
diferentes (que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos apertura para
acoger con un actitud de pluralismo asimilado la diferencia, que siempre va a
estar presente en nuestra humanidad.
La parábola de la cizaña no ignora la presencia del mal en la
historia; la reconoce Jesús en el enemigo que siembra la cizaña en el campo.
Quiere llamarnos la atención de que no hay que confundir la semilla buena con
la semilla mala. Muchas veces dividir la humanidad entre buenos muy buenos, y
malos muy malos, ofreciendo el premio de la salvación para los primeros y la
condenación para los segundos, puede ocasionarnos equivocaciones irreparables.
Sólo a Dios le corresponde juzgar, con su inmensa justicia y misericordia, a
cada ser humano, como sólo Él lo sabe hacer.
Muchas veces, por creernos con el poder y la autoridad, nos atribuimos
en nuestra conciencia actitudes que excluyen y separan a unos de otros; nuestra
autosuficiencia egoísta separa en la práctica cotidiana a personas que por su
situación socio-económica o ideológica, son marginados y excluidos por una
sociedad dividida en el poder, olvidando que somos hermanos que compartimos una
misma humanidad.
La Utopía del Reino exige para el seguidor de Jesús una acción
transformadora de la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo del
actuar de cada ser humano, y el llamado permanente a la búsqueda y construcción
de un mundo más humano, no sólo para unos pocos, sino para todos. Las estructuras
basadas en la injusticia no crean el bien necesario para que el mundo avance,
sino que generan más muerte y división en la humanidad, atacando con su fuerza
destructora cualquier propuesta alternativa de construcción de una nueva
humanidad.
No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar, su
Utopía (el Reino), es una Buena Noticia para los pobres, en la que de ahora en
adelante Jesús y sus discípulos lucharán por una sociedad igualitaria.
Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como opción fundamental de
Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente
contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas que
deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor
de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los
valores del Reino.
Dicho esto, abordemos un segundo nivel, más crítico, en este
comentario.
Esta parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación
a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad para dejarla en
las manos de Dios: él sería quien a fin de cuentas, al final de la historia,
incluso más allá de la historia, deberá poner las cosas y las personas en su
lugar... Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que
contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un
castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo
a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana
clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello
hoy?
Es obvio que conforme pasa el tiempo estas convicciones fundamentales
del pensamiento cristiano van pasando a segundo plano, dejan de estar
presentes, como que se esfuman, ya no se comentan, incluso se evitan
positivamente... Diríamos que ésa es una manifestación más del famoso «eclipse
de lo sagrado» que se da en nuestra sociedad moderna. Si nuestros abuelos y sus
generaciones anteriores vivieron en una sociedad que transparentaba la
presencia de lo sagrado, la «eternidad», la vida del más allá, con sus premios
y castigos, hoy vivimos, por el contrario, en una sociedad –y con una
epistemología- en la que nos es difícil imaginar y pensar el más allá de la
muerte como un lugar de los premios y castigos de Dios, como una separación post
mortem del trigo y de la cizaña.
No vamos a pretender aquí resolver el asunto, ni abordar el tema en
profundidad; sólo queremos llamar críticamente la atención sobre él haciendo
algunas afirmaciones-propuestas.
Sea la primera la de reconocer que ya no se puede seguir hablando de
más allá de la muerte con la ingenuidad y la rotundidad con la que durante
siglos se ha hablado: el tema merece una revisión profunda, radical incluso, y
en todo caso no permite ya aquellas afirmaciones clásicas que los ho mayores
escuchamos cuando éramos niños, con su escandalosa simplicidad.
Buena parte de las descripciones de «los premios y castigos eternos»
hoy aparecen como «antropomorfismos» insostenibles, respecto a los que no sólo
merece la pena no dar más pábulo, sino que es importante también reconocerlos
explícitamente como tales, liberando de ese modo a la fe de la gente de la
obligación de compartir semejantes creencias mitológicas.
Es necesario tomar conciencia de la urgencia de una revisión a fondo
de la posición de la fe cristiana respecto al más allá. Habitualmente hemos
dado por bueno y por supuesto el dato de la vida más allá de la muerte, como si
fuera un artículo de fe obvio, indiscutible, y además central. Y en efecto,
normalmente ha quedado enteramente fuera de las crisis renovadoras de la fe en
las décadas pasadas. El Concilio Vaticano II y su renovación simplemente
trasladó a la trastera el conjunto de imágenes medievales y barrocas que aún
estaban en circulación, y propició una relectura de la escatología en la línea
del personalismo y del existencialismo, que realmente supusieron una brisa de
aire fresco. La teología de la liberación, por su parte, simplemente añadió una
lectura histórico-escatológica de la realidad («caminamos hacia el Reino, que
no es otro mundo, sino este mismo pero totalmente otro») y la perspectiva de la
opción por los pobres (redescubiertos como los «jueces escatológicos
universales», Mt 25,31ss), pero dejó intactas las afirmaciones centrales, sin
llegar siquiera a plantearse su cuestionamiento (el libro exponente máximo de
la escatología de la teología de la liberación es «Hablemos de la otra vida»,
de Leonardo BOFF, Sal Terrae, Santander, 1978, muchas veces reimpreso, y
libremente disponible en la red).
Hoy, un nuevo paradigma de «revisión del sentido y la identidad misma
de la religión», nos exige dejar de vivir de rentas, dejar de repetir
incuestionadamente lo de siempre, y plantearnos de nuevo las preguntas más
radicales: ¿existe realmente la vida más allá de la muerte? ¿Nos ha sido
realmente «revelada»? ¿Cuándo, dónde, cómo? ¿Forma parte del contenido mismo de
la fe cristiana? ¿Se puede ser cristiano aceptando la inseguridad y la oscuridad
que la ciencia actual confiesa respecto a este tema?
Ciertamente, no son preguntas para el hombre y la mujer de la calle
que prefieran seguir viviendo en una edición reeditada de la «fe del
carbonero». No son tampoco preguntas a difundir imprudentemente, ni trofeos
para exhibirse como abanderado de la crítica y el esnobismo. Pero son preguntas
que los responsables han de plantearse alguna vez en la intimidad de su fe,
para que sondeando la dificultad del misterio, tomen la determinación de ser
muy respetuosos en su lenguaje y no seguir viviendo de las rentas de
afirmaciones que hoy son de hecho tan incuestionadas como increíbles, tan
insostenibles como irresponsables.
El tema sólo lo hemos iniciado. Invitamos al lector a tirar del hijo y
seguir profundizando, tanto desde el estudio de la teología como en su oración
y su fe.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 43 de la serie «Un
tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El trigo y la mala hierba».
El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://radialistas.net/article/43-el-trigo-y-la-mala-hierba/ Puede ser
escuchado aquí:
En la serie «Otro Dios es posible» la entrevista 44, «¿Hay infierno?»
[http://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=140044]
y la 47, «¿Existe el purgatorio?» [http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=140047],
pueden dar materia para un debate sobre el tema.
Para la revisión de vida
El Reino de Dios se nos presenta en el
evangelio como una comunidad de trigo y de cizaña, de justos y pecadores; o
mejor aún: como una comunidad de personas a la vez justas y pecadoras. ¿Admito
que yo pertenezco a la humanidad, y a la Iglesia, con mis obras buenas y malas,
con mis pecados y virtudes? ¿Sé tener paciencia conmigo mismo y con los demás,
como el amo del campo de la parábola?
Para la reunión de grupo
-
Caer en la cuenta de que la fe
en la resurrección y en la vida eterna no es un dato supuesto y evidente en la
sociedad actual. Buscar en internet (y otros medios) datos sobre esta fe,
estadísticas de encuestas. ¿Qué cree la gente «normal»? Traer al grupo esta
información y comentar entre todos. [Cf los datos que se aportan en uno de los
ítems «para la reunión de grupo» del domingo próximo, aquí en este mismo
Servicio Bíblico Latinoamericano»].
-
¿Qué dice la ciencia actual respecto al más allá de la muerte? ¿Existe
alguna compatibilidad, intercomunicación, entre la creencia clásica cristiana
en el más allá y la ciencia actual?
-
¿Qué dicen las ciencias de las religiones sobre la creencia en la
inmortalidad o la fe en la vida eterna? ¿Cómo se formó esa creencia? ¿Qué peso
de validez objetiva tiene? ¿Es una proyección de nuestros deseos o es un dato
de la realidad con el que debemos contar?
-
La fe en el cielo y en el infierno –dejemos por un momento a un lado
el purgatorio, y no mentemos siquiera el limbo-, ¿forman parte de la fe
cristiana esencial? ¿Se puede ser cristiano sin creer en ellos?
Para la oración de los fieles
-
Por todo el Pueblo de Dios,
para que sea testigo vivo y eficaz de la presencia de Dios en medio del mundo.
Roguemos al Señor.
-
Por todas las personas de buena voluntad que, desde cualquier credo o
ideología, trabajan por el progreso del mundo, para que el Padre aliente y
sostenga sus esfuerzos. Roguemos...
-
Por los evangelizadores, que quieren ser levadura en medio del mundo,
para que aumenten en cantidad y en calidad. Roguemos...
-
Por todos los que tienen poder y autoridad de cualquier tipo, para que
los utilicen en bien de sus subordinados y no en provecho propio. Roguemos...
-
Por las Iglesias perseguidas por su fidelidad al Evangelio, para que
encuentren pronto situaciones de libertad y respeto. Roguemos...
-
Por todos y cada uno de nosotros, para que seamos se embajadores de
buena semilla y tolerantes con todos. Roguemos...
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, que vienes hasta
nosotros en Jesús de Nazaret, en su palabra y en sus obras; queremos darte las
gracias por esa presencia tuya en medio de nosotros; que ella nos ayude a
profundizar en nuestra vida cristiana para que tengamos una fe cabal que nos
haga vivir conforme a lo que creemos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo
tuyo y hermano nuestro. Amén
o
bien:
Oh
Dios, misterio insondable en el que los humanos, desde sus orígenes biológicos
ancestrales, han proyectado la necesidad que siempre han sentido de que la
justicia/injusticia terrena sea completada y confirmada más allá de su muerte.
Ayúdanos a comprender qué es lo que esta «exigencia absoluta de justicia»
significa, y qué de la Realidad (tuya y nuestra y del cosmos) respalda la veracidad
de nuestros sentimientos y pretensiones. En todo caso, aceptamos vivir y ser en
y ante el misterio que eres y que somos. Nosotros te lo expresamos recorriendo
el camino que nos ayuda a abrir Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, en comunión
con todos los hombres y mujeres buscadores de tu rostro milenios adentro en la
Historia. Amén.
Lunes 24 de julio de 2017
Charbel Majluf (1898), Cristina, mártir (300)
Éx 14,5-18: Sabrán que yo soy el Señor, cuando me
cubra de gloria
Interleccional: Éx 15: Cantemos al Señor: sublime
es su victoria
Mt 12,38-42: Aquí hay uno más que Salomón
Los
letrados y fariseos buscan un signo del cielo en las prácticas de Jesús, no les
interesa los signos que hace. Su religiosidad es mágica, quieren signos para
creer. Esa fe no cambia la vida ni la historia de los pobres. Su religión está
desencarnada sin compromiso con la justicia. Jesús es la señal terrena de Dios.
Él es el sacramento del encuentro con Dios. Dios se hizo historia humana en
Jesús. No necesitamos signos del cielo. Él es el signo humano liberador de
oprimidos, profeta de gestos sanadores, Su señal más grande es dar la vida.
Quedar escondido en el seno de la tierra tres días y tres noches como Jonás en
el vientre del cetáceo para triunfar glorioso. Hoy seguimos buscando señales
del cielo, cosas maravillosas para creer. Y así no multiplicamos señales de la
tierra, signos del reino, curando heridas, organizando a los oprimidos,
consolando a los desgraciados como hacía Jesús. Y así la religión queda
escondida en el ámbito secreto sin salir a la calle, sin consuelo a los
sufrientes.
Martes 25 de julio de 2017
Santiago el Mayor, apóstol (s. I)
Hch 4,33; 5,12.27-33; 12,2: El rey Herodes hizo
decapitar a Santiago
Salmo 66: ¡Oh Dios!, que todos los pueblos te
alaben
Mt 20,20-28: Mi cáliz lo beberán
Siempre
resulta reconfortante para la Iglesia hacer memoria de los apóstoles sobre todo
en este tiempo, urgidos como estamos de volver a los orígenes de la fe
cristiana. Es normal que durante tantos siglos nos contaminemos copiando de los
poderes de este mundo. Por eso la memoria viva de los apóstoles de Jesús,
aquellos que vivieron la experiencia única de compartir con el Jesús de
Galilea, el Jesús de la pasión y el Resucitado nos estimula a vivir hoy la
profecía y la valentía en el anuncio del evangelio. Lo bello de los textos
bíblicos de esta fiesta es que hacen una combinación en el proceso vocacional
de la llamada de los discípulos. Desde el despiste con respecto a Jesús que
todavía, camino a Jerusalén, lo consideran un Mesías de poder político y
ambicionan puestos de prestigio en esa supuesta derrota de los enemigos, y su
transformación a raíz de la experiencia de la Resurrección que los convierte en
anunciadores valientes ante los poderes de este mundo.
Miércoles 26 de julio de 2017
Joaquín y Ana (s. I)
Éx 16,1-5.9-15: Yo haré llover pan del cielo
Salmo 77: El Señor les dio pan del cielo
Mt 13,1-9: Cayó en tierra buena y dio grano
La buena
noticia de Jesús es una oferta revolucionaria, para este modelo de mundo viejo
y a veces corrompido. El mensaje y la vida de Jesús son una novedad tan grande
que no siempre encuentra los terrenos preparados para recibir esa semilla de
tal calidad. La religión y la vida entera están falseadas cuando nos
contentamos con ritos, con prácticas de culto, y leyes separadas de la vida. El
evangelio es una semilla nueva, limpia, transformadora, radical. Es nada menos
que el sueño, el proyecto de mundo que Dios quiere. Los terrenos de la vida se
han contaminado con los ídolos que nos atraen y seducen como son hoy el
individualismo, el consumo inmoral de objetos que no aguanta el planeta, la
prepotencia que humilla a los indefensos. Pero al mismo tiempo vemos a un Dios
sembrador convencido, casi derrochador de semillas, que no se cansa de sembrar,
que siembra hasta en terrenos pedregosos. Seamos semillas limpias y sembradores
de la alegría del evangelio con nuestro testimonio.
Jueves 27 de julio de 2017
Pantaleón,
mártir (303)
Éx 19,1-2.9-11.16-20b: El Señor bajará al Sinaí
Interleccional: Dn 3: Bendito eres, Señor, Dios de
nuestros padres
Mt 13,10-17: Dichosos sus ojos, porque ven esto
El reino de Dios circula en la historia como un
secreto, como un tesoro escondido. Para encontrarlo hay que ponerse en camino
con Jesús, como discípulos entrenados en esta nueva asignatura: la asignatura
del reino. Solamente siendo discípulos vamos a entender la propuesta del reino.
Nosotros como iglesia podemos estar hablando todo el tiempo del reino, pero sin
entender, sin habernos convertido al mismo. Jesús utiliza el lenguaje de las
parábolas para poner a la gente en situación de búsqueda de este secreto
escondido en los acontecimientos del mundo. La parábola logra lo que no
consigue otro modo de hablar: poner a la gente en situación de aceptación o de
rechazo del reino, sin dejar a nadie indiferente. Hay que optar. Si no entramos
en la condición de discípulos de esta asignatura y de este maestro que es
Jesús, puede suceder que cada vez estemos más alejados de esta propuesta de
Dios.
Viernes
28 de julio de 2017
28 de
julio de 2017
Éx 20,1-17: La ley se dio por medio de Moisés
Salmo 18: Señor, tu tienes palabras de vida eterna
Mt 13,18-23: Quien entiende la palabra dará fruto
Las La
palabra del reino está siendo sembrada en todos los campos de la vida y de la
historia. No hay lugar, no hay terreno humano donde no se esté sembrando la
palabra del reino. Si el reino es el secreto oculto en la historia pero activo
y en movimiento, no hay situación humana ausente de esta siembra de la palabra.
Dios es palabra sembrada en la historia desde la creación del mundo porque el
mismo mundo fue creado por la palabra. Hay palabra de Dios hasta en las rocas.
El problema es cómo están preparados los terrenos para acogerla. Jesús pone
varias experiencias de terrenos no
preparados. Hoy podríamos alargar esa lista de terrenos no aptos para acoger
palabras del reino. Vivimos en un mundo inundado de palabras, imágenes, consejos
comerciales, noticias de deportes, noticias de gente famosa, pero ¿dónde y cómo
escuchar la palabra del reino? Como Iglesia anunciamos de verdad palabras del
reino?
Sábado 29 de julio de 2017
Marta (s. I)
1Jn 4,7-16: Si nos amamos, Dios permanece en
nosotros
Salmo 33: Gusten y vean qué bueno es el Señor
Jn 11,19-27: Creo que tú eres el Mesías, el Hijo
de Dios
Unas líneas
después de esta lectura se encuentra el versículo más corto de la Biblia. Está
en Juan 11,35, y dice simplemente, “Jesús lloró”. Cuando alguien llora tenemos
que dejarle tiempo para que llore. El llorar puede decir mucho, pero no es un
lenguaje, y no requiere una respuesta o una explicación. En dos ocasiones en
los Evangelios Jesús le dijo a la gente que no lloren (Lc 7,13; 8,52). En ambas
ocasiones se trataba de error de hecho: las personas por quienes lloraban no
estaban muertas. Pero en el pasaje de hoy no quedan dudas que Lázaro estaba
muerto. Por eso Jesús lloró; no lo tomó a la ligera. A veces nos lo presentamos
como si fuera un mago que “se levantó al tercer día”. Si tomamos la muerte a la
ligera, tomamos también a la ligera la resurrección. Tampoco podemos tomar a la
ligera a Marta. No está de segundona a su hermana María (especialmente en este
passaje). Igual que con Pedro, la suya es la más explícita confesión de Jesús
como Mesías –lo cual es la razón por la que los Evangelios fueros escritos– (Jn
20,31.31).
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