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Domingo 19 de noviembre de 2017
33º Ordinario
Ntra. Sra. de la Divina Providencia
Prov 31,10-13.19-20.30-31: Una mujer hacendosa,
¿quién la encontrará?
Salmo 127: Dichoso el que teme al Señor
1Tes 5,1-6: Que el día del Señor no los sorprenda
Mt 25,14-30: Parábola de los talentos
La
«parábola de los talentos» es el texto principal entre los tres de hoy. Un
comentario pastoral a esta lectura podrá ir por la senda usual ante este texto:
Mateo acaba de hablar de la venida futura del Hijo del Hombre para el juicio, y
a continuación nos dice cuáles son las actitudes adecuadas ante esa venida, a
saber, la vigilancia (parábola de las diez vírgenes) y el compromiso de la
caridad (parábolas de los talentos y del juicio de las naciones). La parábola
de los talentos es, en este contexto interpretativo, un elogio del compromiso,
de la efectividad, del trabajo, del rendimiento. Podrá ser aplicada
fructuosamente al trabajo, la profesión, las realidades terrestres, el
compromiso secular...
Sin embargo, el contexto de la hora histórica que vivimos es tal, que
este mensaje, en sí mismo bueno y hasta naif,
ingenuo, puede resultar funcional respecto a la ideología actualmente
dominante, el neoliberalismo. Éste, en efecto, predica, como grandes valores
suyos, la eficacia, la competitividad, la creación de riqueza, el aumento de la
productividad, el crecimiento económico (si tenemos un crecimiento bajo o no
crecemos, nos declaramos en crisis), los altos rendimientos de interés
bancario, la inversión en valores, etc. Son nombres modernos bien adecuados
para lo que se presenta en la parábola, aunque si se los utiliza en la homilía,
no pocos oyentes pensarán que el orador sagrado se salió de su competencia (o
peor: que «se metió en política»). Por una casualidad del destino, esta
parábola se hizo bien actual, y los teólogos neoconservadores (también hay
«neocons» en teología) la valoran altamente. Algunas de sus frases, sin
necesidad siquiera de interpretaciones rebuscadas, avalan directamente
principios neoliberales. Pensemos, por ejemplo en el enigmático versículo de Mt
25, 29: «Al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no
produce, se le quitará hasta lo que tiene». No será fácil evitar en la
predicación hacer el juego con esta parábola a un sistema que, para muchos
cristianos de hoy, está en los antípodas de los principios cristianos.
La eficacia, la productividad, la eficiencia... no son malas en
principio. Diríamos que no son valores en sí mismas, sino
"cuantificaciones" que pueden ser aplicadas a unos u otros valores.
Se puede ser eficiente en muchas dimensiones, muy distintas (unas buenas y
otras malas) y con unas intenciones muy diversas (malas y buenas también). La
eficacia en sí misma, abstraída de su aplicación y de su intención... no
existe, o no nos interesa ahora. El juicio que hagamos sobre la eficacia dependerá
de la materia a la que apliquemos esa eficiencia, así como del objetivo al que
se oriente.
Cabe entonces imaginar una "eficiencia" cristiana (agrupando
en este símbolo varios otros valores semejantes). El mismo evangelio la
presenta en otros lugares, en su célebre inclinación hacia la praxis: No
todo el que dice 'Señor, Señor', sino el que hace..., la parábola de los
dos hermanos (el que dice pero no hace y el que sí hace aunque había dicho que
no haría), bienaventurados más bien los que escuchan la palabra y la ponen
en práctica... y más paradigmáticamente, el texto que continúa al de hoy,
el que meditaremos el domingo próximo, Mt 25,31ss, en el que el criterio del
juicio escatológico que allí aparece será precisamente lo que hayamos
"hecho" efectivamente a los pobres...
La eficiencia aceptada y hasta encomiada por el evangelio es la
eficiencia "por-el-Reino", la que está puesta al servicio de la causa
de la solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la
rentabilidad (reduciendo empleos por la adopción de tecnologías nuevas, por
ejemplo), o la del que logra conquistar mercados por su competitividad
(reduciendo la capacidad de auto-subsistencia de los países pequeños, o pobres,
sin tecnología), o la del que logra ingresos fantásticos por inversiones
especulativas del capital "golondrina" en este gran casino mundial
financiero en que se ha convertido el mundo...
La «eficiencia por la eficiencia» no es un valor cristiano, ni
siquiera es un valor verdaderamente humano (no parece que nos humanice; más
bien parece que lo heredamos de nuestro pasado como depredadores). Quizá sea
cierto que el capitalismo, sobre todo en su expresión salvaje actual, sea
"el sistema económico que más riqueza crea"; pero no es menos cierto
que lo hace aumentando simultáneamente el abismo entre pobres y ricos, la
concentración de la riqueza a costa de la expulsión del mercado de masas
crecientes de excluidos. El criterio supremo, para nosotros, no es una
eficiencia económica que produce riqueza y distorsiona la sociedad y la hace
más desequilibrada e injusta. No sólo de pan vive el ser humano.
Cristianamente no podemos aceptar un sistema que en favor del (o en culto al)
crecimiento de la riqueza, sacrifica idolátricamente la justicia, la
fraternidad y la participación de masas humanas. Poner la eficiencia por encima
de todo esto es una idolatría, es la idolatría del culto del dinero, verdadero
dios neoliberal. Y sobre la "idolatría del mercado" y el carácter
sacrificial de la ideología neoliberal, ya se ha escrito mucho.
No, no es pues que nosotros no queramos ser eficientes y competentes
(más que competitivos), o que no seamos partidarios de la "calidad
total", ni mucho menos... Somos partidarios de la mayor «eficacia en el
servicio al Reino», así como de «la competencia y la calidad total en el
servicio al Evangelio». (In ordinariis non ordinarius, decía un viejo
adagio de la ascética clásica, queriendo llevar la calidad total a los
detalles más pequeños de la vida ordinaria u oculta).
Y no es que no haya que reconocer que con frecuencia los más
"religiosos" hayan estado ajenos a las implicaciones económicas de la
vida real, predicando fácilmente una generosa distribución donde no se consigue
una producción suficiente, esperándolo todo de la limosna o los piadosos
mecenas. También en el campo de la economía teórica –sobre todo en esta hora–
necesitamos un renovado compromiso de los cristianos.
Si Jesús se lamentó de que los hijos de las tinieblas son más
astutos que los hijos de la luz, ello significa que la «astucia» (otro tipo
de eficacia) no es mala; lo malo es ponerla al servicio de las tinieblas y no
de la luz.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 85 de la serie «Un
tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El patrón se fue de viaje».
El audio, el guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: https://radialistas.net/article/85-el-patron-se-fue-de-viaje/
Para la revisión de vida
En distintas ocasiones nos llama el Evangelio
a que estemos atentos, alertas. No se trata de una invitación a prepararnos a
bien morir, sino de un llamado a «bien vivir»... ¿Vivo «alerta», viviendo
siempre bien? ¿Soy de los que viven obsesionados por la muerte, o más bien de
los que viven ocupados en transformar esta vida?
Para la reunión de grupo
-
Señor a estar alertas, ¿la
entiendo como una llamada a vivir con miedo a la muerte, o como una llamada a
vivir en libertad, lleno de esperanza, trabajando por la construcción de ese
Reino que sé que Él nos dará un día en toda su plenitud? ¿Me da miedo soñar en
la utopía del Reino, o estoy convencido que el Reino será aún mayor y mejor que
mis mejores y mayores sueños?
-
- Eficiencia,
responsabilidad, trabajo, calidad, «calidad total»... ¿son virtudes
«neoliberales», «conservadoras», o «de derecha»...? Acaso no están incluidas en
aquel «sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto»?
-
El mercado premia al más
competitivo, o sea, al que, en igualdad de otras condiciones, paga menos al
factor trabajo y vende por tanto más barato. Si el mercado es absolutamente
libre, la sociedad acabaría en una explotación inmisericorde de los
trabajadores, o por prescindir de ellos. ¿Es humana una sociedad de mercado
libre? ¿Es viable humanamente el neoliberalismo a ultranza?
-
A pesar de las apariencias,
que «la mujer debe tener una participación plena en la Iglesia, igual a la del
varón» es ya una conciencia que ha ganado la mayoría de las Iglesias
cristianas. Las estadísticas así lo confirman. Teológicamente se diría que hoy
esa percepción forma parte del sensus fidelium. Lo demás son, simplemente,
retrasos institucionales de la acogida de lo que Dios nos pide por los «signos
de los tiempos». ¿Qué pasos concretos debemos dar en nuestra comunidad?
Para la oración de los fieles
-
Para que la Iglesia sea siempre el siervo fiel y cumplidor del mandato
del amor a todas las personas. Roguemos al Señor.
-
Para que sepamos valorar y agradecer los servicios que otros nos
prestan a nosotros. Roguemos...
-
Para que las personas que viven encerradas en sí mismas descubran la
alegría y la grandeza del compartir. Roguemos...
-
Para que sepamos vivir con temor de Dios, es decir: contando con Él y
con su Reino en nuestra vida. Roguemos...
-
Para que no vivamos anclados en conservadurismos estériles y nos
lancemos a nuevas formas de vivir nuestra fe, más actuales y evangélicas.
Roguemos...
-
Para que el prójimo, y especialmente el más necesitado, tenga siempre
un lugar preferente en nuestros planes y en nuestra vida. Roguemos...
Oración comunitaria
Señor, haznos artesanos del Reino que Tú
quieres que construyamos entre todos, con nuestro trabajo y con los talentos
que tu nos has dado, y que así estemos siempre alegres en tu servicio, porque
en servirte a Ti y a los hermanos consiste el gozo pleno y verdadero. Por
Jesucristo.
Lunes 20 de noviembre de 2017
Andrés Solá y comps. (1927)
1Mac 1,10-15.41-43.54-57.62-64: Una cólera se
abatió sobre Israel
Salmo 118: ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Lc 18,35-43: ¿Qué quieres que haga por ti?
El
evangelio de hoy, más que mostrar el poder de Jesús que le viene de Dios para
hacer un “milagro”, lo que realmente quiere trasmitirnos es su actitud y
capacidad vital de agudizar la mirada para ver la realidad desde la óptica de
Dios y desde los que anhelan compasión humana. En una sociedad como la nuestra
caracterizada por la imagen y el “marketing” nuestra mirada se ha vuelto
especialista en detenerse en determinadas cosas y en el desecho de otras. Hemos
domesticado nuestra percepción hasta tal punto de acostumbrarnos en la manera
de ver las personas y el mundo que nos rodea. Personal y comunitariamente es
urgente estar atentos y responder a las situaciones y personas que anhelan
justicia, compasión y dignificación. Lo humano, como a Jesús, no puede sernos
indiferente. Hemos de estar donde se cuece la justicia pero también donde se
mutila y destruye la vida. Oremos a Jesús y al Dios de Jesús para que
transforme nuestra forma de mirar.
Martes 21 de noviembre de 2017
Ntra. Sra. de Quinche, Ntra. Sra. de la Paz
2Mac 6,18-31: Legaré un noble ejemplo
Salmo 3: Levántate, Señor, sálvame
Lc 19,1-10: Ha venido a buscar y a salvar lo
perdido
Si dejamos
resonar el Evangelio de hoy en nuestro interior podemos percibir la llamada que
nos hace a detenernos, a descubrir el paso de Jesús que cambia la vida entera,
y nos invita a descubrirlo en tantos rostros, situaciones e historias de vidas
conocidas y anónimas con las que nos cruzamos y que están necesitadas de un
gesto humano, de una radical transformación de sus maneras de pensar, actuar y
decidir. La experiencia de encuentro con Jesús, su iniciativa de ir al corazón
de la persona, exige de la persona misma, hacerse sujeta de la restauración de
la propia vida. Toda experiencia con Jesús implica reconocerlo y reconocernos.
Reconocimiento, que como Zaqueo, pasa ineludiblemente por el empobrecido, al
que se le ha robado su dignidad. Pidamos al Señor no perder de vista que detrás
de un ser humano, sea cual sea su condición, hay una historia, que es
evocación, advenimiento y éxodo y con la cual hemos de crear lazos sanantes y
humanizantes.
Miércoles 22 de noviembre de 2017
Cecilia, virgen y mártir (177)
2Mac 7,1.20-31: El creador del mundo les devolverá
el aliento y la vida
Salmo 16: Escóndeme, Señor, bajo las sombras de
tus alas
Lc 19,11-28: ¿Por qué no pusiste mi dinero en el
banco?
La parábola
que proclamamos el día de hoy quiere hacer caer en la cuenta de la actitud
responsable que debe ser la de todo discípulo de Jesús: el mundo presente en su
densidad y complejidad les ha sido encargado para su transformación y
humanización. Nuestra vida personal y comunitaria con sus “éxitos”, “fracasos”,
“dones”, “talentos” y “capacidades” no puede ser una pasión inútil, sino una
constante entrega por hacer germinar estructuras y dinámicas políticas y
jurídicas más humanizantes. Es necesario crear acciones de sostenibilidad,
sustentabilidad y de cuidado biotecnológico y ecológico. Es urgente
comprendernos holística y pluralmente, sin visiones ideologizadas o
espiritualizadas política o religiosamente. Esto es estar al acecho del Reino
¿Tú lo estás? Oremos. “Nuestro tiempo pasa, Señor. Danos tu tiempo para que
podamos vivir. Danos el valor de servir a la vida y no a la muerte. Danos tu
futuro a nosotros y a nuestros hijos” (J. Moltmann).
Jueves 23 de noviembre de 2017
Miguel Agustín Pro (1927), Clemente I (97)
1Mac 2,15-29: Viviremos según la alianza de nuestros
padres
Salmo 49: Al que sigue buen camino le haré ver la
salvación de Dios
Lc 19,41-44: No reconociste la visita de Dios
Lucas nos
pone delante a Jesús que llora y se lamenta por su querida ciudad de Jerusalén
que no ha reconocido ni aceptado la paz de Dios manifestada en Él y su
proyecto. Una inquietud profundamente humana es la consecución de la paz a
escala local, global. Para unos, la paz es una cuestión de voto electoral; para
otros, posibilidad de mantenerse en el poder; y para muchos de a pie y con
proyectos emergentes es una preocupación histórica mezclada con sentimientos de
impotencia, llanto y sufrimiento palpable. Los conflictos, las muertes, las
desapariciones forzadas, la mutilación del espíritu de la humanidad, producto
de la guerra y la acción política-militar y los fundamentalismos religiosos, no
pueden seguir siendo “nuestro pan de cada día”. Que el llanto y la lamentación
de Jesús, que evoca la lectura, estremezcan nuestra inteligencia, sentimiento y
voluntad exigiéndonos responsablemente trazar caminos de justicia, estrategias
creativas de reconciliación y construcción de escenarios de convivencia
pacífica.
Viernes 24 de noviembre de 2017
Andrés Dunc-Lac y comps. (1839)
1Mac 4,36-37.52-59: Celebraron la consagración del
altar
Interleccional: 1Cr 29: Alabamos, Señor, tu nombre
glorioso
Lc 19,45-48: Se puso a echar a los mercaderes
Esta escena
de la purificación del Templo, en los Evangelios Sinópticos, se convierte en el
hecho desencadenante del arresto y ejecución de Jesús, y para el evangelista
Juan, es la instauración por parte de Jesús de un nuevo culto y una renovada
espiritualidad, Este relato nos ayuda a descubrir la dimensión profética del
seguimiento a Jesús. Y esto significa, en primer lugar, renovar nuestra
experiencia de Dios a través de la lucidez histórica y arraigo espiritual. En
segundo lugar, leer la vida eclesial desde la perspectiva de Dios, denunciando
todo tipo de idolatría cultual, depravación política, creando una nueva
experiencia de culto y práctica de fe. No podemos convertir la “vida y praxis
cristiana” en un germen de negociantes que privaticen la palabra de Dios y
mercantilicen la fe de la gente. ¿Caemos en cuenta cuando la vida de la comunidad,
la praxis pastoral y la fe se han convertido en negocio?
Sábado 25 de noviembre de 2017
Luis y María Beltrame (1951/1965)
1Mac 6,1-13: Antíoco intentó saquear Jerusalén
Salmo 9: No abandonas, Señor, a los que te buscan
Lc 20,27-40: No es Dios de muertos, sino de vivos
En el evangelio de hoy, una pregunta hecha a Jesús
por un grupo de saduceos tratando de ridiculizarlo, se convierte para nosotros,
oyentes y servidores de la Palabra, en fundamento de esperanza: ¿De cuál de los
siete maridos será la mujer cuando resuciten? (Dt 25,5ss) ¡Ojo! La clave de
comprensión de la lectura no está en el maridaje sino en el resucitar. Si
concebimos la resurrección desde los esquemas terrenales, como una prolongación
de esta vida y no como una plenitud de la existencia donde no hay necesidades
afectivas que satisfacer, no estamos entendiendo nada como los saduceos. La
resurrección es la vida en y desde Dios, en tanto que dicha vida humaniza y
posibilita la realización personal en plenitud. Hemos de asumir la tarea de
comprometernos por la vida y rechazar la “cultura de la muerte” en la que
vivimos. Estamos llamados a ser distribuidores de vida, gestores de esperanza y
estrategas de humanización. Con este trasfondo demos la bienvenida al tiempo de
adviento-navidad.
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