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6 de septiembre
SAN ELEUTERIO,
Abad
Si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos
(Mateo, 19, 17).
Fue un santo abad del monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto.
Debió ser un hombre de grandes y probadas virtudes por los relatos que se
conocen de su vida a través del gran Papa Gregorio Magno
<http://es.catholic.net/ santoral/articulo.php?id=414> que fue contemporáneo,
conocido personal, amigo y hasta una de las personas que salió beneficiada
del trato con el santo abad. De hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que,
un buen día y con una sola bendición, el abad Eleuterio consiguió curarlo de
un vehemente deseo de ingerir alimentos que él sufría. Además, refiere el
mismo Papa, su santidad era tan grande que hasta llegó a resucitar un
muerto.
Pero lo que llama la atención al relator de la vida del santo es un
acontecimiento que tiene valor de ejemplaridad y estímulo para los hombres
que, llenos de dificultades, limitaciones y pecados, viven soportando sus
faltas de virtud y sufriendo los propios fracasos. Por eso la figura de este
santo es más cercana, al ser víctima de su propio desmoronamiento.
Unas monjas habían confiado al santo abad la custodia de un niño atormentado
por el Diablo. Como pasaran varios días sin notarse fenómenos extraños, el
abad comentó a sus monjes que Satanás tenía asustadas a las pobres monjas,
pero que ahora estaba con miedo y por eso no se manifestaba.
Al punto, el mal espíritu se apoderó del niño y de inmediato comenzó a
maltratarlo.
Eleuterio cayó en la cuenta de que su expresión fue de soberbia y
presunción. Lloró dolorido su pecado y pidió a los monjes oraciones y
penitencias para que cesaran los embates del Demonio.
Una simple frase con un poco de vanidad hizo que Satanás se sintiese en
terreno propio y se necesitase la oración y mortificación de todos para
expulsarlo.
MEDITACIÓN SOBRE
LOS MANDAMIENTOS DE DIOS
I. Debemos observar todos los mandamientos de Dios, de otro modo hay que
renunciar al paraíso. Dios es nuestro soberano Señor, tiene derecho a
mandarnos; nosotros, sus servidores, debemos obedecerle. Los súbditos deben
a sus príncipes respeto, fidelidad y obediencia; los hombres tienen que
cumplir respecto de Dios los mismos deberes. Si cumples estos tres deberes,
observas sus mandamientos. ¿Qué haces tú? Acuérdate bien de que no puedes
servir a dos señores a la vez: a Dios y al mundo.
II. Nada hay imposible, ni siquiera algo que no sea fácil, en todo lo que
Dios nos ordena. Dios es el soberano de todas las creaturas; así, sus
mandamientos obligan a todos los hombres. Dios es sapientísimo, nada manda
que sea imposible; Dios es buenísimo, lo que manda es fácil. Tantas personas
de toda edad, de ambos sexos y de toda condición guardan los mandamientos;
¿por qué no podrías imitarlas con la ayuda de Dios?
III. Observa, pues, todos los mandamientos; quien infringe así sea uno
solo será condenado como si los hubiese transgredido a todos. Obsérvalos
desde ahora, no sea que la muerte te sorprenda. Obedece gozosamente, sirves
a un gran Rey y a un buen Maestro. Obedece valientemente, porque: Hay que
soportar todos los males antes que cometer un solo pecado. (San Agustín) .
La observancia de los mandamientos - Orad
por los que están en pecado mortal.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del abad San Eleuterio
nos haga agradables a vuestra Majestad a fin de que obtengamos por sus
oraciones lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S.
Amén.
SAN ELEUTERIO,
Abad
Si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos
(Mateo, 19, 17).
Fue un santo abad del monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto.
Debió ser un hombre de grandes y probadas virtudes por los relatos que se
conocen de su vida a través del gran Papa Gregorio Magno
<http://es.catholic.net/
conocido personal, amigo y hasta una de las personas que salió beneficiada
del trato con el santo abad. De hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que,
un buen día y con una sola bendición, el abad Eleuterio consiguió curarlo de
un vehemente deseo de ingerir alimentos que él sufría. Además, refiere el
mismo Papa, su santidad era tan grande que hasta llegó a resucitar un
muerto.
Pero lo que llama la atención al relator de la vida del santo es un
acontecimiento que tiene valor de ejemplaridad y estímulo para los hombres
que, llenos de dificultades, limitaciones y pecados, viven soportando sus
faltas de virtud y sufriendo los propios fracasos. Por eso la figura de este
santo es más cercana, al ser víctima de su propio desmoronamiento.
Unas monjas habían confiado al santo abad la custodia de un niño atormentado
por el Diablo. Como pasaran varios días sin notarse fenómenos extraños, el
abad comentó a sus monjes que Satanás tenía asustadas a las pobres monjas,
pero que ahora estaba con miedo y por eso no se manifestaba.
Al punto, el mal espíritu se apoderó del niño y de inmediato comenzó a
maltratarlo.
Eleuterio cayó en la cuenta de que su expresión fue de soberbia y
presunción. Lloró dolorido su pecado y pidió a los monjes oraciones y
penitencias para que cesaran los embates del Demonio.
Una simple frase con un poco de vanidad hizo que Satanás se sintiese en
terreno propio y se necesitase la oración y mortificación de todos para
expulsarlo.
MEDITACIÓN SOBRE
LOS MANDAMIENTOS DE DIOS
I. Debemos observar todos los mandamientos de Dios, de otro modo hay que
renunciar al paraíso. Dios es nuestro soberano Señor, tiene derecho a
mandarnos; nosotros, sus servidores, debemos obedecerle. Los súbditos deben
a sus príncipes respeto, fidelidad y obediencia; los hombres tienen que
cumplir respecto de Dios los mismos deberes. Si cumples estos tres deberes,
observas sus mandamientos. ¿Qué haces tú? Acuérdate bien de que no puedes
servir a dos señores a la vez: a Dios y al mundo.
II. Nada hay imposible, ni siquiera algo que no sea fácil, en todo lo que
Dios nos ordena. Dios es el soberano de todas las creaturas; así, sus
mandamientos obligan a todos los hombres. Dios es sapientísimo, nada manda
que sea imposible; Dios es buenísimo, lo que manda es fácil. Tantas personas
de toda edad, de ambos sexos y de toda condición guardan los mandamientos;
¿por qué no podrías imitarlas con la ayuda de Dios?
III. Observa, pues, todos los mandamientos; quien infringe así sea uno
solo será condenado como si los hubiese transgredido a todos. Obsérvalos
desde ahora, no sea que la muerte te sorprenda. Obedece gozosamente, sirves
a un gran Rey y a un buen Maestro. Obedece valientemente, porque: Hay que
soportar todos los males antes que cometer un solo pecado. (San Agustín) .
La observancia de los mandamientos - Orad
por los que están en pecado mortal.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del abad San Eleuterio
nos haga agradables a vuestra Majestad a fin de que obtengamos por sus
oraciones lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S.
Amén.
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